Si BMW inventó el famoso argumento publicitario de ‘¿Te gusta conducir?’ fue porque son capaces de diseñar y producir coches como el Z4. La última generación del deportivo descapotable cupé sintetiza a la perfección cómo debe ser un automóvil que genera sensaciones y emociones únicas. Un roadster accesible en su manejo cuando se desea, pero también entusiasmante si se decide disfrutar de todo cuando puede ofrecer.
Su carrocería de dos puertas y dos plazas mide 4,32 metros de longitud y se eleva tan solo 1,30 metros sobre el suelo. Su cubierta es un techo de lona de magnífica calidad, que se puede plegar y desplegar de forma automática en un cortísimo tiempo de 10 segundos y hacerlo incluso en marcha hasta una velocidad máxima de 50 km/h.
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Más allá de su típica configuración roadster, el BMW Z4 ya encandila con su imagen. Sin estridencias es capaz de reclamar la atención general a su paso. Es, simplificando, un automóvil muy bonito que gusta a casi todos, en una acertada combinación de elegancia y deportividad. En su última actualización de hace un año se añadieron algunos detalles estéticos que refuerzan su dinamismo y poderío, con equipamiento M, una nueva parrilla y unas espectaculares tomas de aire.
Interior biplaza
La configuración del Z4 permite, lógicamente, pocos alardes de habitabilidad. El espacio interior es limitado y los dos ocupantes van muy cerca, aunque sin llegar a molestarse en modo alguno (excepto si se trata de personas muy corpulentas). El acceso al habitáculo sufre los condicionantes propios de un descapotable deportivo, con unos asientos situados muy bajos que requieren cierta habilidad para ocuparlos y levantarse.
En todo caso, no es de los coches de su estilo más incómodos en este aspecto. Tampoco la capacidad del maletero es una de sus grandes virtudes… ni falta que hace. Quien se compra un coche como este debe conformarse con sus 281 litros, suficientes para dos maletas individuales y poco más.
Los acabados y el equipamiento se corresponden con el posicionamiento de la marca y también del modelo, incluyendo un precio que en la versión de prueba roza los 95.000 euros. Calidad en cada detalle, dotación completísima, materiales de primer nivel, ajustes que se aproximan a la perfección y una sensación general que se asocia directamente con el concepto prémium de un automóvil.
La climatización y el aislamiento de los ocupantes cuando se circula a cielo abierto son igualmente convincentes, dentro de lo presumible en un descapotable. Cuenta con arcos de seguridad, salida de aire para el cuello en los asientos y un deflector tras los dos ocupantes que minimiza de forma significativa las molestias aerodinámicas que pudieran producirse.
Como no podía ser de otro modo, el Z4 dispone de todas las asistencias a la conducción que ya son obligatorias… y muchas más. Se antojan menos necesarias en un coche de su enfoque, pero ahí están para quien las quiera utilizar. Eso sí, el proceso de desconectar algunas de ellas es más tedioso de lo deseable, especialmente porque hay que hacerlo después de cada parada del motor.
Una mecánica clásica
La mecánica del BMW Z4 M40i puede enamorar a los conductores más puristas. Es una propuesta de la vieja escuela, sin ningún tipo de electrificación y con un pedazo motor de seis cilindros en línea y tres litros de cubicaje bajo el capó. Además, la versión Pure Impulse se caracteriza por obviar el automatismo del cambio para decantarse por una magnífica caja de seis relaciones, con una sincronización y tacto perfectos.
El rendimiento del propulsor, alimentado por inyección directa y turbo, es de 340 CV que se envían a un tren trasero dotado de un diferencial autoblocante. Se trata de una potencia suficiente para un roadster que tampoco pretende ser demasiado radical: permite disfrutar mucho de la conducción deportiva, pero al mismo tiempo es fácil de llevar a ritmos más tranquilos o en ciudad.
Un enfoque equilibrado que se aplica igualmente a otros componentes como la dirección, los frenos o la suspensión (con amortiguadores de dureza variable en esta versión). Todos son agradables y efectivos, con un enfoque más aburguesado que en otros rivales de segmento, pero igualmente sobrados para sacar una sonrisa al conductor cuando se exprime a fondo la capacidad del conjunto.
Se puede rodar realmente rápido con el Z4 en carreteras reviradas, sin reacciones estresantes, ni respuestas inesperadas. Los que busquen emociones más fuertes pueden desconectar el control de tracción para acceder a las que propicia la propulsión. Aunque sin llegar a ese extremo, se trata de un coche muy divertido de conducir, que gira con precisión y obsequia con las sensaciones de un buen tracción trasera.
¿Te gusta conducir?
La pasión por la conducción que satisface este BMW Z4 M40i es respuesta suficiente para la gran pregunta que plantea su filosofía: ¿tiene hoy sentido un automóvil como este? De dos plazas, con maletero justo, acceso complicado, consumos no precisamente bajos (difícil bajar de los nueve litros por cada 100 kilómetros), poco práctico en el día a día (aunque, sin duda, mucho más que otros) y con un precio solo para unos pocos.
Evidentemente que tiene todo el sentido para aquellos que pueden permitirse un capricho tan exclusivo. Para empezar, porque con mucha probabilidad dispondrán de otro vehículo más funcional o polivalente. Así que afortunados quienes accedan a las muchas cualidades del Z4, sobradísimas para camuflar sus pequeños inconvenientes, mejor dicho, condicionantes.
Si la vida son dos días y además se disfruta con la conducción, esta es una opción para tener muy en cuenta. Y todos sabrán que su conductor busca, precisamente, lo que su coche le ofrece. Y desde el primer golpe de vista…
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