Edge: el nuevo todocamino grande de Ford

Como el éxito de los todoterrenos modernos o SUV continúe al ritmo exponencial de los últimos años, puede que en un futuro no muy lejano el resto de automóviles vean mermadas sus ventas con tal magnitud que terminen convirtiéndose en residuales. Un dato: por primera vez en la historia, este tipo de coches han sido los más demandados en la UE (2015), captando casi el 32% del mercado y superando a los compactos tipo VW Golf que tradicionalmente han dominado las matriculaciones. Y los analistas señalan que la tendencia irá a más. El fenómeno nació en EE.UU., ha invadido ya Europa y sigue camino al este, hacia China y Japón.

Los fabricantes quieren explotar a fondo este filón. Y Ford, por ejemplo, que ya cuenta en su gama europea con los Ecosport y Kuga, de tamaño pequeño y mediano, refuerza ahora su catálogo importando de EE.UU. el Edge, que se postula como su propuesta superior y busca cubrir un hueco de mercado donde no estaba presente, el de los todocaminos grandes.

Mide 4,8 metros, destaca por su imagen, que es uno de los pilares del ascenso de estos vehículos, y estará disponible en junio desde 43.425 euros, un precio elevado pero dentro de los límites que marcan los modelos con dimensiones similares: es más caro (y sofisticado) que los Hyundai Santa Fe y Kia Sorento, y más económico (y sencillo) que los VW Touareg y Jeep Grand Cherokee. Incluso, puede ser una opción más amplia frente a los 4×4 medios exclusivos (Q5, X3, XC60…).

Aparte de la imagen, de corte macizo y con ciertas reminiscencias de los Range Rover, el nuevo SUV grande de Ford sobresale por su habitabilidad, porque incluye cinco plazas aptas para cualquier talla y un maletero de 602 litros. Esto, sumado a su mecánica, que recoge motores diésel de bajo consumo y tracción 4×4 de serie, ofrece un conjunto muy práctico para el uso familiar.

La oferta contempla dos propulsores: 2.0 turbodiésel de 180 CV con cambio manual y 2.0 diésel biturbo de 210 CV con caja automática. Ambos tienen seis marchas y anuncian un gasto medio oficial de 5,8 litros a los cien. En la prueba se ha podido conducir la versión más potente, que tras un recorrido por carreteras secundarias, travesías de pueblos y un tramo de autopista sin límite de velocidad, obtuvo un registro de ocho litros.

La respuesta algo lenta del cambio automático es uno de los puntos mejorables del Edge, al igual que su peso, superior a 1,9 toneladas, que se aprecia en las prestaciones (correctas sin más) aunque no en la manejabilidad: las grandes ruedas y la suspensión, firme pero no incómoda, logran digerir los kilos y el conductor no siente grandes inercias. Y con la dirección de asistencia variable (de serie en el acabado Sport y opcional en el Titanium) parece hasta más pequeño y ligero: este sistema no guarda una relación fija entre el giro del volante y el de las ruedas, sino que lo va ajustando según el ritmo, y consigue agilizar la conducción.

UN INTERIOR QUE MITIGA EL RUIDO

Aunque la cabina no llama tanto la atención como la carrocería, porque recoge la misma presentación ya vista en los Mondeo y S-Max, incorpora soluciones avanzadas como un sistema de cancelación de ruido. Tres micrófonos en el interior identifican los sonidos molestos y, a través de los altavoces del equipo de música, emiten ondas contrarias para tratar de mitigarlos. Y parece que funciona, porque el coche resulta silencioso, sobre todo al rodar a ritmos constantes.

El equipamiento se divide en tres acabados: Trend, Titanium y Sport. Al primero le faltan elementos exigibles en un coche de este precio, como el navegador, mientras que los otros son más completos. El Titanium luce una decoración lujosa y el Sport más deportiva.