Me ha gustado mucho el nuevo Q50 de Infiniti. Podría parecer obvio tratándose de un coche de casi 50.000 euros en la versión de pruebas, pero lo cierto es que nunca es fácil competir en este segmento de las berlinas premium y la marca japonesa ha superado el reto con nota alta. De este modo, su propuesta se convierte en una alternativa a tener muy en cuenta frente a las marcas de referencias contra las que debe repartirse un mercado que tampoco es demasiado amplio.
Para empezar, se trata de un coche de indudable atractivo estético. Es elegante y con empaque, aunque no por ello renuncia a ciertos detalles aerodinámicos y de diseño que le dan un discreto toque de deportividad muy bien resuelto. Y algo más que considero importante, sobre todo para determinados clientes: está mucho menos visto que otros modelos similares, lo que no deja de ser un valor añadido en un producto de su estilo.
La sensación de que nos encontramos ante un automóvil que se sale de la norma se amplifica en su interior. La calidad japonesa se lleva hasta sus últimas consecuencias en una marca como Infiniti, con lo que cada detalle está resuelto con esmero. Desde los asientos a los guarnecidos, pasando por su equipo de audio Bose o sus dos pantallas de información nos recuerdan que hablamos de la marca de lujo del Grupo Nissan.
Por el espacio de las plazas traseras no podemos hablar de un coche de vocación muy familiar, ya que son estrechas y con poca altura libre al techo, aunque para llevar a dos niños en sus sillas o sentados en los asientos no habrá problema alguno (la cosa se complica con un tercer ocupante o adultos de mayor estatura).
Lo que más me ha decepcionado de esta versión ha sido su motor turbodiésel. No es que sus prestaciones sean escasas o su consumo elevado (nada que objetar al respecto, como tampoco a su cambio automático de siete marchas), pero su tosquedad general destaca negativamente en un conjunto tan convincente. Quizá en otro coche la cosa cantaría menos, pero este propulsor me ha dejado con las ganas de probar la variante híbrida, que seguramente me quitaría ese mal sabor de boca.
Porque por lo demás, el Q50 se mueve con el dinamismo propio de un buen tracción trasera que se apoya en un bastidor solvente, con suspensiones, dirección y frenos preparados para soportar sin rechistar las exigencias de una conducción a buen ritmo. Un producto que vale lo que cuesta…
LO MEJOR. El toque de deportividad del que disfruta el Q50 encandilará a los amantes de este tipo de sensaciones. Y todo, sin renunciar al confort y la calidad.
LO PEOR. Creo que resulta anacrónico que un coche tan avanzado tecnológicamente recurra a un freno de estacionamiento de pedal, incómodo y poco práctico.
CONCLUSIONES. Infiniti necesitaba un coche como éste y han hecho los deberes. Una berlina compacta de atractivo diseño y con un precio más accesible, que no bajo. El habitáculo disfruta de una calidad intachable, aunque no es especialmente amplio, sobre todo en las plazas traseras. Lo que queda por debajo del nivel general del Q50 es el motor turbodiésel de esta versión, poco refinado y bastante ruidoso, aunque al menos no gasta demasiado. El comportamiento dinámico nos obsequia con las gratificantes sensaciones de una buena tracción trasera. Además, dirección, suspensión y frenos están en sintonía con las prestaciones del vehículo.
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