Pocos coches llegan a cumplir 30 años. El BMW M3, uno de los modelos que mejor representa la deportividad de la marca alemana, alcanza su trigésimo aniversario y tiene ya un lugar destacado en el museo del automóvil. En sus tres décadas de vida comercial acumula cinco entregas y más de 250.000 unidades producidas, y se ha convertido en un icono de la conducción más dinámica.
Desde la primera generación, de 1985, siempre ha sido fiel a la misma receta: motor delantero de alta potencia y propulsión trasera, la combinación preferida por los entusiastas del volante. Y cada nuevo modelo ha sido más potente y veloz que el anterior, a base de aumentar el tamaño del propulsor y de introducir innovaciones técnicas que han llegado después a las propuestas más comerciales.
El original (1985 a 1992) empezó con un motor 2.3 de cuatro cilindros y 200 CV y llegó a rendir al final 238 CV con un 2.5. La segunda entrega (1992 a 2000) dio el salto a los seis cilindros gracias a su 3.0 de 286 CV, que creció después a 3.2 de 321 CV, y estrenó además el cambio secuencial SMG, uno de los primeros de la industria. Y la tercera (2000 a 2007) equipaba el mismo 3.2, subido a 343 CV, y fue el primer M3 con aplicación profusa de electrónica (control de estabilidad, diferencial trasero activo…). La cuarta, por su parte (2007 a 2013), volvió a elevar el listón al introducir una mecánica V8 (4.0 de 420 CV) y la caja DKG de doble embrague, mientras que la quinta, la actual, rompe con casi todo: desdobla su nombre en dos (M3 para la berlina y M4 para los cupé y cabrio), es la primera que ofrece frenos cerámicos y, en especial, que revierte la tendencia del aumento del motor al proponer de nuevo un 3.0 de seis cilindros, aunque con dos turbos y nada menos que 431 CV.
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