La implantación obligatoria en los coches de los sistemas avanzados de asistencia a la conducción (ADAS, por sus siglas en inglés) servirá para salvar 25.000 vidas en los próximos 15 años, con un ahorro de 72.800 millones en atención sanitaria. En un escenario perfecto, el objetivo es llegar a la máxima seguridad vial gracias a la tecnología. Para alcanzar ese ideal, sin embargo, los avances técnicos hay que utilizarlos correctamente. Y no siempre ocurre así.
Porque tan cierto es que los modelos actuales son más seguros como que muchos conductores se relajan al volante precisamente por eso. Algunos, incluso, llegan a creer que los respalda un piloto automático.
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La teoría de compensación del riesgo (Wilde, 1988) explica esta circunstancia. Según esta formulación, los conductores toleran un nivel de riesgo constante, de manera que cuando están al volante comparan el que perciben con el que están dispuestos a aceptar. En función de eso toman las decisiones para mantener el equilibrio, así que cuanto más seguro es el automóvil, más riesgos se asumen. Los conductores se sienten más protegidos, se despreocupan y cometen errores como estos.
Frenado autónomo de emergencia
Muchos modelos son capaces de frenar por sí mismos si detectan un riesgo de colisión, por lo que los conductores imprudentes se aproximan más de la cuenta al coche que los precede. O dejan de prestar atención a la carretera durante demasiado tiempo cuando circulan en tráfico denso. Las pruebas de Euro NCAP han demostrado que esta ayuda en particular no siempre es fiable
Detección de peatones
Los conductores relajan el nivel de atención ante un posible cruce imprudente de peatones (sobre todo, niños) en zonas urbanas. La existencia del frenado autónomo de emergencia con detección de peatones hace que piensen que el coche va a detectarlos y a frenar solo. El año pasado, precisamente, la Agencia de Estándares Publicitarios del Reino Unido retiró una campaña en la que se exageraban las bondades de las ayudas a la conducción.
Mantenimiento de carril
Como los coches actuales se mantienen dentro del carril y de la calzada por sí solos, algunos conductores se permiten algunos despistes e incluso conducir con somnolencia, a sabiendas de que el vehículo lanzará un aviso si abandona la trayectoria correcta. Sin embargo, la corrección automática no siempre es suficientemente rápida o eficaz.
Alerta de tráfico cruzado
Otra de las maniobras más arriesgadas. Cuando los coches equipan un sistema de alerta de tráfico cruzado, los conductores se incorporan marcha atrás a una vía sin realizar comprobaciones visuales, confiando ciegamente en el funcionamiento del sistema.
Control de crucero adaptativo
Este sistema origina despistes similares al del frenado autónomo. Los coches son capaces de regular la velocidad adaptándola al tráfico, por lo que el conductor tiende a despreocuparse. Sin embargo, en ocasiones se producen errores. Por ejemplo, cuando el vehículo precedente abandona de forma abrupta el carril en casos de tráfico denso. La tecnología no siempre responde con celeridad ante el nuevo coche que aparece delante.
Avisador de ángulo muerto
El adelantamiento es una de las maniobras más peligrosas en la carretera y exige mantener todos los sentidos alerta. El detector de ángulo muerto supone una ayuda fundamental y altamente recomendable, pero también es verdad que hay quien deja de mirar por los retrovisores considerando que la tecnología se encarga de todo.
Sensor de aparcamiento
Las maniobras de estacionamiento se le atragantan a más de un conductor, por lo que las cámaras y los sensores se convierten en aliados perfectos, especialmente en lugares estrechos. Pero no conviene fiarse demasiado y aparcar sin mirar hacia atrás, o pegar acelerones demasiado bruscos.
Cambio de vehículo
No es lo más común cambiar de coche a menudo, pero a veces ocurre. Y cuando se conduce un vehículo que equipa menos asistencias a la conducción que el que se usa habitualmente, se cae en el riesgo de creerse igual de protegido por la tecnología.
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