Tras el fenómeno comercial y mediático que ha supuesto el lanzamiento del nuevo Model 3, Tesla no se olvida del modelo que lo empezó todo, el Model S. El buque insignia de la marca se ganó el respeto de la industria y su caché hizo posible en gran medida que ahora se pueda hablar de un eléctrico asequible como una posibilidad real.
En un ligero intercambio de papeles, en su puesta al día es el hermano mayor el que toma prestado algo del pequeño: su nuevo frontal. Reduce la calandra a la mínima expresión y perfila la entrada de aire del paragolpes inferior. También estrena faros Full LED adaptativos, que ya se utilizaban en otro modelo de la familia, el Model X.
En el habitáculo se añaden dos nuevos tipos de acabado con la madera como principal protagonista, aunque lo más destacado es la incorporación (opcional) del sistema de filtrado de aire HEPA, que protege la cabina y limpia el 99,97% de partículas de polución, bacterias y virus presentes en el aire.
Mecánicamente también hay cambios, aumentando el número de versiones disponibles de tres a cuatro.
La de acceso es el 70D, con 328 CV, una aceleración 0-100 km/h en 5,2 segundos y una autonomía por carga de 400 kilómetros. Le sigue el 90D, con 417 CV, un 0-100 km/h en 4,2 segundos y un alcance de 473 kilómetros. El superior es el P 90D, con 463 CV y un 0-100 km/h en 3,1 segundos. El cuarto es, en realidad, un pack aplicado al P 90D, que con la denominación Ludicrous sube su potencia hasta los 532 CV y mejora su sprint hasta los 2,8 segundos.
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