En todos los segmentos del mundo del motor hubo un modelo pionero que abrió la veda para el resto. Entres los tan de moda SUV, Nissan Qashai y Toyota RAV4 se disputa el preciado título; pero entre los deportivos familiar con carrocería tipo ranchera el origen está más que claro: el Audi RS2 Avant.
Fue un modelo nacido de la necesidad, de la unión de dos marcas con objetivos diferentes, Audi y Porsche, y que acabó convirtiéndose en el coche más rápido del mundo en su día, así como en el primer Audi de producción en serie capaz de superar la barrera de los 250 km/h.
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Porsche no se encontraba en un buen momento por aquel entonces, pasaba por una situación económica difícil y aceptaba proyectos de desarrollo de ingeniería para clientes externos. La firma aceptó la propuesta de la marca de los cuatro aros, que necesitaba plantar car a su rival, BMW, y competir de tú a tú con su M3.
El resultado fue el RS2 Avant, un modelo que se ajusta a la definición de ‘lobo con piel de cordero’, puesto que aunque ciertos rasgos exteriores si anticipaban un comportamiento deportivo, a ojos del no entendido era un vehículo familiar más.
Para el entendido la cosa no era así, y es que hay múltiples elementos que o bien se trajeron directamente desde Porsche, o bien fueron desarrollado desde el centro de desarrollo que ésta tenía en Zuffenhausen. Las llamativas llantas de 17 pulgadas, los paragolpes delantero y trasero, la base de los retrovisores, las esferas de la instrumentación, el sistema de frenos, la puesta a punto de las suspensiones, los tiradores de las puertas… en total prácticamente el 20% del coche era de Porsche.
Una parte importante fue el motor, que Michael Hölscher, Jefe del Proyecto RS2 por aquel entonces, recuerda que prácticamente rediseñaron con piezas nuevas. Era un bloque 2.2 de cinco cilindros con turbo que desarrollaba 315 CV y 410 Nm de par máximo, con un sistema de tracción integral para asegurar que toda la fuerza se transmitiera al suelo.
Y lo hacía de una manera que generó cierta controversia en su momento debido al funcionamiento del turbocompresor. “En aquel entonces, el elevado tiempo de respuesta del turbo motivado por su diseño sometía al conductor a una cierta presión. A muchos no les gustaba ese empuje repentino, mientras que a los orgullosos propietarios del RS2 siempre les ha encantado. La característica respuesta del motor con turbocompresor es emocionante, sobre todo en la gama de revoluciones más baja”, apunta Hölscher.
El resultado, aunque bravo, fue efectivo, ya que el RS2 era capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 5,4 segundos y, además, fue el primer Audi sin limitación electrónica, lo que le permitió superar los 250 km/h y alcanzar una velocidad máxima de 262 km/h, aunque su velocímetro marcara hasta 300 km/h.
Fue el creador de un segmento que todavía a día de hoy es popular, tanto dentro de la propia Audi, que ofrece coches como los RS4 Avant y RS6 Avant, como en rivales como Mercedes, que oferta versiones AMG en el Clase E Estate.
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