Al superar la barrera de los dos euros por litro, los combustibles han provocado una crisis histórica, derivada de la guerra en Ucrania, que ha obligado a muchos conductores a tomar medidas drásticas como dejar de utilizar sus vehículos.
Pero a otros no les queda más remedio que seguir desplazándose en transporte privado y, como ocurre con los alimentos, incluso pueden llegar a pensar en hacer acopio de combustible por si en algún momento llega la escasez en el suministro.
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Ante la duda, lo primero es señalar que no es una buena idea y se desaconseja por diversos motivos. Para empezar, existe una normativa específica (MI-IP 04) a la hora de comprar combustible en una gasolinera, que especifica para los particulares unas cantidades máximas por recipiente (60 litros) y unos topes que no se pueden rebasar según se trate de gasolina (60 litros) o gasóleo (240 litros).
Además, existen otras leyes, esta vez propias de la DGT, que regulan el transporte de combustibles en un vehículo al ser considerados mercancías peligrosas. Los carburantes deberán llevarse siempre en recipientes homologados para este uso específico, cumpliendo los requisitos obligados como estar fabricados en materiales adecuados para contener hidrocarburos y disponer de un cierre hermético y perfectamente sellado.
Multas de hasta 3.000 euros
Al ser inflamables y altamente volátiles, los combustibles no pueden llevarse en el espacio destinado a los ocupantes. Y si no queda más remedio que transportar alguna garrafa o bidón, habrá que alojar los recipientes en el maletero y sujetarlos bien para que no se muevan, minimizando en lo posible el trayecto del transporte y el tiempo que permanezcan en el interior del vehículo.
Y será mejor cumplir escrupulosamente estas normas porque la DGT contempla multas de hasta 3.000 euros si se transportan carburantes en recipientes no adecuados o de forma negligente.
Pero en el caso de que compremos y transportemos hasta el domicilio esas cantidades permitidas de combustible, tampoco será una buena idea guardarla en el domicilio por los peligros que ello supone. Para empezar, el almacenamiento de carburantes se tiene que realizar en un lugar seco y permanentemente ventilado para evitar que los vapores puedan causar un incendio.
Además, guardar combustibles durante un tiempo tampoco sale a cuenta porque se degradan. Por ejemplo, la gasolina almacenada se tiene que conservar en recipientes adecuados que no presenten signos de corrosión y también necesita añadirle productos estabilizantes especiales porque se descompone muy rápido y al cabo de un mes comenzará a perder sus cualidades, lo que a su vez puede provocar fallos en el motor e incluso graves averías.
En definitiva, hacer una provisión doméstica de gasolina no merece la pena bajo ningún concepto por el peligro que ello entraña y los dudosos beneficios económicos que pudiese reportar.
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