Ford Bronco, un Mustang para disfrutar fuera de la carretera

Ford decidió lanzar, en 1966, un todoterreno popular capaz de competir con el exitoso Jeep Wrangler. Nacía así el Bronco, que triunfó en su mercado nacional durante tres décadas y ahora se actualiza con una nueva generación que llega por primera vez a Europa, incluyendo los concesionarios españoles.

Se comercializa con una única carrocería larga (4,8 metros) de cinco puertas, con elementos desmontables como las puertas, el techo de fibra o los paragolpes. La gama la componen dos versiones con diferentes enfoques de utilización: la más asfáltica se denomina Outer Banks y tiene un precio de 86.900 euros, mientras que la más campera se llama Badlans y eleva su tarifa a los 91.500 euros.

Ambas comparten un motor de gasolina, sin ningún tipo de electrificación, de seis cilindros configurados en V, un cubicaje de 2,7 litros y capaz de entregar una potencia de 335 CV.

El cambio se confía a un sistema automático de diez relaciones, mientras que la tracción puede ser trasera, total y total con reductoras. Además, la versión superior incluye bloqueo de diferenciales delantero y trasero, un programa de distribución de par automático y desbloqueo de la barra estabilizadora de la suspensión delantera.

El diseño exterior rebosa personalidad, aunque evocando la estética tradicional del modelo. Formas rectilíneas, frontal poderoso, altura considerable y unas llantas imponentes en ambas versiones hacen del Bronco un coche difícil de ignorar a su paso. Su configuración resulta clave para la eficacia que demuestra fuera del asfalto, con cotas ideadas para superar obstáculos considerables y una altura de vadeo de 80 centímetros.

Interior amplio

El interior, previsible en un automóvil de su tamaño y planteamiento, es generoso en espacio. Puede llegar a resultar complicado acceder al habitáculo por la altura a la que se encuentran las puertas, pero una vez en su interior exhibe un equipamiento acorde con su rango de precio.

No ocurre lo mismo con ciertos materiales utilizados, con algunos plásticos por debajo de las expectativas y detalles poco prácticos en el día a día: ausencia de portaobjetos en las puertas (solo una red), cinturones sin reglaje en altura, colocación de los pulsadores de los elevalunas nada ergonómicos…

En todo caso, se trata de carencias asumibles en un producto con el talante del Bronco. Lo importante es su enorme potencial dinámico fuera del asfalto, la exclusividad de un modelo inédito en Europa, una estética que despierta curiosidad e incluso admiración y las sensaciones únicas al volante que ofrece un coche que se aleja por completo de las actuales tendencias del mercado.

Toma de contacto

Durante la presentación del Ford Bronco en España se tuvo una toma de contacto con el vehículo, tanto en carretera como fuera de ella y con las dos versiones disponibles en la gama. Un recorrido suficiente para comprobar que se trata de un coche muy especial, de esos que casi eligen más a su conductor que a la inversa.

Para pagar una tarifa muy elevada (aunque equiparable a la de su rival directo, el Jeep Wrangler) hay que tener muy claro lo que puede ofrecer este 4×4 puro, para qué se va a utilizar y si sus inconvenientes menores se ven amortizados por sus evidentes cualidades.

En carretera dista claramente de la comodidad de un SUV de un posicionamiento de precio similar. El coche convence teniendo en cuenta su estructura y planteamiento, circula a buen ritmo con aplomo y absorbe las irregularidades del asfalto con eficacia.

Sin embargo, está lejos en cuanto a confort de un moderno todocamino de techo cerrado (las placas desmontables generan un ruido significativo a velocidades elevadas), el comportamiento es más tosco y exigente en zonas reviradas, la eficiencia aerodinámica es casi inexistente mientras que en ciudad debe pagar el tributo de unas dimensiones nada contenidas.

Los largos viajes pueden ser aún más largos con el Bronco, lo que no significa que deje de representar un coche de ensueño para todos aquellos que valoren todo lo demás que ofrece. Sobre todo en la conducción todoterreno, donde cualquiera de las dos versiones cumple con nota y la superior Bandlands llega a ser sobresaliente como coche de serie.

Una ruedecilla giratoria y con botones entre los asientos delanteros permite elegir el modo de tracción o el programa automático más adecuado para cada uso: desde el normal al de arena, pasando por el barro y rocas, firmes deslizantes, económico o uno bautizado como Baja que ofrece lo mejor en prestaciones del vehículo.

Si a ello se suman los bloqueos de diferenciales o la posibilidad de darle el máximo recorrido a la suspensión delantera, junto a la capacidad de absorción de sus enormes neumáticos, todos los ángulos favorables de la carrocería e incluso un modo para girar en menos espacio cuando se hace necesario (al frenarse la rueda interior trasera) el resultado es un 4×4 casi insuperable en su escenario natural.

Eso sí, en Bronco se encuentra en las antípodas de la manida eficiencia energética, como no podía ser de otro modo en un vehículo de su filosofía. Supera los 330 gramos de CO2 por kilómetros, mientras que el consumo homologado de 13,4 litros por cada 100 kilómetros recorridos se convierte, en la práctica, en cerca de unos 18 litros en circunstancias de uso habitual.

Por todo ello se trata de un coche tan especial y extraordinario. Quienes toleren su personalidad en absoluto se verán defraudados, algo perfectamente compatible con que, obviamente, no es un todoterreno para todo el mundo. El Bronco enamora tanto por lo bueno como por lo que es menos, si fuera de otro modo se convertiría en otro más. Justo lo que no es…