El color que suele identificar a los taxis en España es el blanco. Este color de carrocería está decorado con los escudos de la ciudad o alguna línea roja, dependiendo de la ciudad, para que distinguir estos vehículos del resto sea más fácil.
En Barcelona, sin embargo, los taxis son negros y amarillos. Este color se puede ver también en ciudades de Latinoamérica como Santiago de Chile, Buenos Aires y Rosario. ¿A qué se debe este característico color, tan diferente del resto de España? La respuesta está en cómo se fijó el precio por usar el servicio del taxi en la ciudad condal en torno a 1929.
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El servicio público del taxi no siempre ha estado regulado como en la actualidad. De hecho, no fue hasta 1924 cuando se publicó una norma común para todos los ‘coches de plaza’, como eran conocidos los taxis, en Barcelona. Hasta ese momento, podría decirse, la regulación de las tarifas y el uso del taxi era libre.
Un precio diferente según el color
Ya en aquella época, los vehículos para transporte de pasajeros lucían una línea amarilla que ayudaba a identificarlos. No obstante, el Ayuntamiento de Barcelona redactó en ese mismo año un código de circulación exclusivo para los taxis. En el texto, se recogían cuatro tarifas distintas por el servicio de transporte según el tono con el que estuviera decorada la carrocería.
Así, en el texto se especificaban los diferentes precios que iban asociados a cada franja de color. Era obligatorio, por tanto, que cada taxi cobrara según el precio asociado al tono con el que estaba decorada la carrocería. Además, para hacerlo todo más oficial y regular mejor el servicio, con esta norma también se instalaron los taxímetros.
Así, los coches con una franja blanca cobraban 40 céntimos por kilómetro recorrido. Los que llevaban el color rojo, 50, y las de color amarillo, 60 céntimos. Por último, había taxis con franjas en color azul que cobraban 80 céntimos por cada kilómetro, siendo los más caros.
Barcelona convivió con taxis de diferentes colores hasta cinco años después, cuando se celebró la Exposición Internacional de 1929. La competencia por los precios entre los taxis se descontroló y, como solución, el ayuntamiento decidió unificar estos códigos de colores y el precio asociado a su uso. La tarifa de 60 céntimos de los taxis con franjas amarillas fue la escogida como precio único por uso del taxi.
A partir de 1934, todos los vehículos que prestaban este servicio de pasajeros lucían una carrocería bicolor de negro y amarillo, un cambio que ha permanecido intacto hasta la actualidad. La combinación del amarillo con el negro se debe, básicamente, a que la mayoría de los coches de la época se compraban de serie en este segundo color, sobre el que se pintaba la franja amarilla.
Aunque los peatones están acostumbrados a buscar coches blancos cuando necesitan un taxi, Barcelona no es la única ciudad con estos vehículos en color distinto. Los taxis amarillos de Nueva York son más que famosos, al igual que en Londres, por ejemplo, son todos negros.
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