Al principio, o al menos desde que a principios del siglo XX se empezaron a fabricar en volúmenes significativos, los coches eran motivo de orgullo para el pueblo, porque al igual que la aviación, demostraban la capacidad del hombre para superar los retos técnicos.
Después de la II Guerra Mundial el automóvil evolucionó con más rapidez aprovechando los avances y técnicas de fabricación desarrollados en la contienda. A partir de los años 50, según aumenta la producción, va dejando de ser un bien exclusivo de minorías acaudaladas y se populariza. Pero a la vez se afianza también como objeto de prestigio social y reflejo de la posición económica de su propietario. En esos años y hasta los 70, los fabricantes se centran en ofrecer modelos con los diseños más llamativos y todo tipo de lujos y las máximas prestaciones.
El panorama cambia de forma radical a partir de 1973, con la primera crisis del petróleo, y la sociedad empieza a concienciarse de dos aspectos clave que afectan a su forma de ver el automóvil. El primero es que la dependencia de los combustibles fósiles puede provocar problemas gravísimos, porque el abastecimiento depende de vaivenes políticos incontrolables. El segundo llega poco después, con la espiral de subida de precios, y convence a los consumidores que de que la era del petróleo barato se ha acabado y el precio de los combustibles será cada vez más alto.
A partir de entonces los fabricantes de automóviles comienzan su carrera por reducir los consumos y la eficiencia, poco a poco, se convierte en un arma comercial clave para vender más. El proceso va calando también en los conductores, que ven como las mejoras tecnológicas se traducen en ahorro para sus bolsillos al pasar por la gasolinera.
El siguiente empujón a favor de la sostenibilidad viene provocado por otros dos factores, la primera guerra de Irak, con la consiguiente escalada de los precios del petróleo por encima de los 100 dólares el barril de crudo, y el deterioro del planeta que hace que el estallido de las alarmas del cambio climático se extienda por todos los rincones del mundo. A partir de ahí, factores como el aumento de la contaminación de las grandes ciudades no han hecho más que conformar la necesidad de que el automóvil alcance su compatibilidad medioambiental plena, la de las emisiones cero.
Estas son 10 de las principales razones que han cambiado nuestra percepción del automóvil. Se han ordenado sin intención de imponer ninguna prioridad, porque hay muchas otras alternativas igual de válidas. De hecho cada lector puede elaborar la suya.
1. El precio del petróleo y los combustibles fósiles.
Empezamos por el bolsillo, porque suele ser el argumento más convincente. Cada vez que hay una crisis energética o suben los precios de los combustibles nos sentimos prisioneros de unos mercados y/o gobiernos que imponen sus leyes sin que podamos hacer nada para evitarlo. Y aparte de valorar más los automóviles más eficientes, crece el sentimiento de que nos acercamos a los límites y hay que encontrar nuevas soluciones.
2. La contaminación de las ciudades.
El crecimiento de la población de las grandes ciudades con el consiguiente crecimiento del tráfico dispara la polución y hace cada vez más irrespirable el aire. Y obliga a restringir el tráfico y buscar nuevas soluciones sostenibles al transporte personal.
3. La salud del planeta y el cambio climático.
La civilización del carbono llega a su fin tras llevar al planeta al borde de sus límites. Aunque el sector transporte solo es responsable de alrededor del 20% de las emisiones contaminantes, el automóvil necesita alcanzar la sostenibilidad en su ciclo completo de vida, desde el proceso de producción a su utilización y posterior reciclaje, para ayudar a combatir el cambio climático
4. El agotamiento de los combustibles fósiles.
Aunque en momentos puntuales, como el actual, los precios del petróleo pueden caer, la era de los combustibles baratos no volverá nunca más. Los yacimientos que se descubren no compensan lo que se consume y tampoco se puede seguir quemando de forma masiva porque se necesita para elaborar productos vitales o de mayor valor, como plásticos y medicinas, por ejemplo. Además, el aumento del nivel de vida y las nuevas clases medias de los países en desarrollo va a tensionar aún más el consumo y los precios, que siempre suben en vertical a medida que un bien se hace más escaso.
5. La motorización masiva de los países en desarrollo.
Este año se puede superar ya la barrera de los 90 millones de vehículos producidos y antes de 2020 se pasará de 100. Y el parque mundial está ya en más de 1.100 millones. En China se venden cerca de 22 millones de vehículos al año y otros países muy poblados, como India, México, Brasil y Rusia, están en pleno proceso de motorización.
Solo el automóvil sostenible puede garantizar el derecho de estos actores emergentes para disfrutar las ventajas del transporte individual con las que ya cuentan los ciudadanos de los países desarrollados.
6. La madurez tecnológica de los modelos enchufables.
El proceso de electrificación del automóvil está en marcha y la tecnología se acerca a su madurez. Los modelos eléctricos son todavía caros y les falta autonomía para cumplir como coche único, pero si sirven como segundo vehículo de la casa. En cambio, los nuevos híbridos enchufables se confirman como la mejor tecnología de transición, porque eliminan o reducen al mínimo las emisiones del día a día y permiten viajar como en un coche normal.
7. La evolución garantizada de las baterías.
La electrificación del automóvil es irreversible. Las fábricas para producir de forma masiva las baterías actuales de ion litio ya están funcionando y los costes han empezado a caer de forma acusada: desde unos 1000 euros kWh hace cuatro años a menos de 500 en la actualidad. Además, se están destinando inversiones ingentes para desarrollar nuevas pilas más eficientes que permitan, sin incrementar el tamaño, elevar la autonomía por encima de los 300 kilómetros antes de 2020.
8. La mejora de calidad de vida de las ciudades.
A pesar de las resistencias iniciales de algunos vecinos y comercios, la peatonalización de los centros de muchas grandes ciudades ha convencido de sus ventajas a la mayoría de los ciudadanos. En especial a los que la iniciativa ha afectado de forma más directa, que han podido disfrutar una clara mejora en su calidad de vida. El fenómeno está en plena expansión y el automóvil sin emisiones es la única alternativa sostenible para eliminar por completo las emisiones del transporte en cada ciudad.
9. La amabilidad de los nuevos modelos electrificados.
Aunque su presencia es aún incipiente en nuestras calles, los modelos con apoyo eléctrico, como los taxis híbridos o los últimos enchufables y eléctricos puros, han empezado a cambiar la imagen contaminante y ruidosa que había acompañado al automóvil hasta hace poco. Los nuevos coches electrificados presentan una cara más amable y sobre todo compatible con la calidad de vida.
10. Optimización de las energías renovables.
La producción de electricidad con energías renovables permite reducir a cero las emisiones totales de los coches eléctricos y lograr su sostenibilidad completa. Además, aunque se produjera un despliegue masivo del automóvil de baterías, el consumo de electricidad en un país como España, por ejemplo, apenas subiría un 2% y nunca antes de 10 años, según expertos de las compañías nacionales. Y como la mayoría de las recargas se harían de noche, se lograría un mejor aprovechamiento y optimización de los excedentes de energías renovables, que muchos días se desperdician.
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