Aunque hoy los coches eléctricos se presentan como la gran revolución del transporte y Tesla domine el panorama, su historia se remonta a mucho antes de lo que se suele pensar. De hecho, el primer vehículo considerado como coche fue eléctrico, y no de combustión como muchos creen. A finales del siglo XIX, cuando la movilidad comenzaba a tomar forma, ya se experimentaba con motores alimentados por energía eléctrica.
Entre los pioneros destacan figuras como el escocés Robert Anderson, que entre 1832 y 1839 desarrolló un rudimentario vehículo impulsado por células de energía primaria no recargables.
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También el estadounidense Thomas Davenport, que ideó un sistema similar al Scalextric, con un coche que circulaba sobre una pista electrificada. Sin embargo, el verdadero salto tecnológico llegó con la invención de las baterías recargables. En 1859, el físico francés Gaston Planté creó la batería de plomo-ácido, perfeccionada en 1881 por Camille Alphonse Faure, quien logró aumentar su capacidad y facilitar su producción industrial.
Primer coche eléctrico en serie
Gracias a estos avances, en 1884 se fabricó en Londres el primer coche eléctrico producido en serie, obra de Thomas Parker. Este ingeniero británico fue responsable de importantes innovaciones como la electrificación del metro de Londres y los tranvías de Liverpool y Birmingham. Su vehículo marcó el inicio de una era en la que los automóviles eléctricos llegaron a competir seriamente con los de combustión.

A principios del siglo XX, los eléctricos vivieron su momento de esplendor. En 1900, el 25% de los coches en Estados Unidos eran eléctricos, y modelos como el Jamais Contente, diseñado por Camille Jenatzy, alcanzaron velocidades récord de hasta 105,88 km/h en 1899. Incluso figuras como Thomas Edison y Henry Ford apostaron por esta tecnología, invirtiendo en la empresa Detroit Electric Car en 1907.
Sin embargo, el desarrollo del motor de combustión interna, la aparición de la cadena de montaje con el Ford T y la expansión del petróleo barato relegaron al coche eléctrico. La falta de infraestructura eléctrica y el estallido de la Primera Guerra Mundial terminaron por frenar su avance.
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