Ahí estás, en una autopista de tu ciudad, ya ha caído la noche y decides que es buen momento para sentir la velocidad. Aprietas el acelerador, ves como la aguja del velocímetro empieza a subir y te dedicas a esquivar los coches más lentos. Te sientes bien, eres el amo…hasta que te pasan cuatro locos que van rápido de verdad (no como tú) y te dejan claro que es mejor que te vayas a casa.
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