En plena era digital, con automóviles conectados a Internet, que circulan casi solos asistidos por potentes ordenadores y con mecánicas eléctricas y de hidrógeno que no producen emisiones, resulta chocante comprobar que la mayoría de diseños, conceptos técnicos y denominaciones del coche moderno, se utilizaban hace ya al menos tres siglos, cuando el transporte dependía de caballos y carruajes. Caballos como el icono que preside la parrilla del Ford Mustang, un homenaje a los mesteños andaluces, los primeros equinos que poblaron América llevados por los españoles y que, en libertad, formaron grandes manadas, indomables y salvajes.
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La misma palabra coche, por ejemplo, proviene de un vehículo de caballos originario de Centroeuropa, muy utilizado desde el siglo XVI en la ciudad de Kocs (Hungría) y de la que adoptó su nombre. Se usaba generalmente como transporte colectivo, tenía bancos longitudinales a los lados, una capacidad de hasta ocho plazas y, por extensión, su apelativo pasó a definir este tipo de vehículos en otros idiomas, como el alemán (kutsche), el inglés (coach) o el español (coche).
Pero hay muchas más demostraciones de esta ancestral herencia, y algunas incluso con raíces ibéricas. Una muestra: cuando se quiere describir a un coche viejo e inútil se le tilda de tartana, que era un carromato de dos ruedas usado antaño en Cataluña como medio de transporte por los caminos pirenaicos. De dos ruedas y someramente protegidas por una bóveda de lona, las tartanas solían estar muy desvencijadas por el abrupto terreno por el que transitaban.
El primer automóvil con motor de combustión apareció hace más de 130 años, pero se diseñó a imagen y semejanza de aquellos precursores que eran arrastrados por animales. La función estructural del chasis, la articulación de las ruedas, el sistema de frenos por fricción, la dirección o la suspensión mediante elementos elásticos son conceptos que han cambiado, en la esencia de su diseño, muy poco desde entonces.
La ingeniería asociada, en cambio, se ha revolucionado por completo. Pero en los primeros automóviles, de hecho, la única diferencia que había entre unos y otros era la sustitución del caballo por un ingenio mecánico, que primero fue eléctrico (hacia 1830) y, unos 55 años después (en 1886), de combustión.
Pero aún hay más. Cuando se habla de automóviles, se mencionan habitualmente términos como carrocería, parabrisas, parasol, estribos, capota, salpicadero, maletero, llanta… Y todos ellos son elementos que ya existían en los antiguos carruajes de tracción animal y que, salvando las distancias, cumplían las mismas funciones que desempeñan hoy.
Y lo mismo puede aplicarse a las diferentes clases de carrocerías que, de nuevo y por analogía, proceden de los hipomóviles, los carruajes tirados por caballos: berlina, limusina, break, cupé, cabriolet, spider, phaeton o buggy. La denominación berlina, por ejemplo, procede de la ciudad alemana de Berlín, y la de cupé, por su parte, de la palabra francesa coupé, que significa cortado.
Pincha en la imagen posterior para conocer el origen, a menudo curioso, y la evolución de cada tipo de modelo.
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Cuatro décadas informando sobre el mundo del motor y probando coches de todas las categorías. Después de trabajar en diversos medios especializados (Velocidad, Auto1, Solo Auto, Motor 16, Car and Driver, EcoMotor...), ahora en Prisa Media para seguir cubriendo la actualidad en plena revolución tecnológica del automóvil.