Cuando se conduce hasta el centro de la ciudad o a un centro comercial, ¿dónde se debe estacionar? ¿Lejos del destino, donde probablemente habrá huecos, aun a pesar de tener que caminar después un buen rato? ¿O lo más cerca posible, aun a riesgo de no encontrar un sitio especialmente cercano? En este segundo caso, existen bastantes probabilidades de tener que retroceder para aparcar en un hueco más lejano, con la consiguiente pérdida de tiempo. Entonces, ¿qué es mejor?
Más allá de lo que diga la paciencia de cada uno, la ciencia ofrece una respuesta. Varios investigadores de la Universidad de Boston y el Instituto Santa Fe se hicieron esas mismas preguntas y han llegado a una conclusión tras estudiar con detalle las actitudes de los conductores a la hora de estacionar, que ellos agrupan en tres.
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- El conductor manso. Se trata de un automovilista que no quiere complicarse con la tarea de aparcar: estaciona el vehículo en el primer hueco disponible sin que le importe demasiado la distancia a su destino.
- El conductor prudente. Renuncia a aparcar el vehículo a la primera oportunidad, pero aprovecha la segunda porque se convence de que más allá no tendrá posibilidad de hallar un sitio.
- El conductor optimista. En este caso, deja pasar de largo los primeros huecos convencido de que siempre habrá un sitio esperándolo al lado de la puerta del restaurante, de la tienda o de donde quiera que vaya. No solo es optimista, sino que le incomoda la idea de dejar el coche y encontrar después otro hueco que esté más cerca.
Los autores del estudio, publicado en el Journal of Statistical Mechanics, concluyen que la actitud del conductor es “irrisoriamente ineficiente», ya que malgasta demasiado tiempo caminando hasta el destino después de haber estacionado.
En consecuencia, se preguntan los investigadores P.L. Krapivsky y S. Redner, “¿qué estrategia, la optimista o la prudente, es mejor?” Para responder a esta cuestión, establecen un “costo de estacionamiento” y comparan los de ambas estrategias, y definen el costo como la «distancia desde el lugar de estacionamiento hasta el objetivo más el tiempo perdido en la búsqueda de un lugar de estacionamiento”.
Para simplificar el número de parámetros, los autores suponen velocidades equivalentes y sostienen que “en promedio, la estrategia prudente es menos costosa. Por lo tanto, aunque la estrategia prudente no permite que el conductor aproveche la presencia de muchos lugares de estacionamiento principales cerca del objetivo, el retroceso [al que obliga] la estrategia optimista supera el beneficio de [intentar] estacionar más cerca del objetivo”.
El estudio añade que “hay otras formas de juzgar la eficacia de una estrategia de estacionamiento. Psicológicamente, un conductor prudente puede enfadarse al estacionar lejos del objetivo y luego descubrir que el lugar de estacionamiento más cercano está disponible”. Para la estrategia prudente esto ocurre con una probabilidad cercana al 89%.
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