Los radares de velocidad son uno de los sistemas más comunes para controlar a los conductores. Además de utilizarse en carreteras y autovías, también se instalan en zonas urbanas ‘sensibles’, donde el riesgo de atropello es mayor.
Por ejemplo, cerca de los colegios. Son muchas las ciudades españolas que han pacificado el tráfico en zonas escolares, reduciendo los límites de velocidad e instalando radares para asegurarse que los conductores los cumplen.
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La gran mayoría de las veces, estos radares escolares ponen de manifiesto que no todos los conductores cumplen con esos límites de velocidad reducidos. No obstante, hay casos extremos, como el de una ciudad de Estados Unidos.
En Albany, Nueva York, el ayuntamiento colocó varios radares de velocidad en zonas escolares para obligar a los conductores a conducir más despacio. Y es que en este tipo de áreas el riesgo de atropellos a peatones, en muchos casos niños y niñas, es mucho mayor.
El resultado ha sido casi 13.000 multas por exceso de velocidad en dos semanas. Si el coste medio de cada multa es de 50 dólares, se habla de 650.000 dólares de recaudación en apenas 15 días. Casi 600.000 euros al cambio. Este total no va a parar íntegro a las arcas públicas, ya que parte de destina a pagar a la empresa proveedora de los radares.
Un conductor lleva casi 30 multas
La razón para instalar estos radares, como el ayuntamiento de Albany explicó a los medios locales, es que no tienen suficientes efectivos policiales para controlar el tráfico de todas las zonas urbanas, especialmente en los horarios de entrada y salida de los colegios.
El vídeo del día
Por el momento, se han colocado ocho radares y la ida es alcanzar la veintena e los próximos meses. De todas formas, el plan es seguir ampliando este número hasta enero de 2025.
Es sonado el caso concreto de un conductor, en un Toyota Corolla, que solo en estas dos semanas de funcionamiento de los radares acumuló 29 multas: debe cerca de 1.345 euros en sanciones por exceso de velocidad.
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Graduada en Periodismo por la Universidad de Zaragoza, su primer contacto con el mundo del motor fue en los mundiales de MotoGP y Superbikes. Dio el salto al periodismo de motor hace cinco años y, desde entonces, sigue todo lo que tenga ruedas, especialmente si es made in Italy.