Los robos de coches son habituales, pero han evolucionado a lo largo del tiempo y, si bien la sustracción de vehículos completos es muy común, lo habitual es que se roben solo ciertas partes, porque es más sencillo. Ahora el objetivo de los ladrones son las cámaras exteriores de los coches.
Las cámaras son el mayor ejemplo de democratización tecnológica en el mundo del motor, puesto que muchos modelos generalistas disponen de ellas para facilitar maniobras como las de aparcamiento o para que actúen en conjunto con sistemas de asistencia a la conducción, como la alerta de tráfico trasero cruzado.
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Se trata de un dispositivo que está bastante expuesto, normalmente encajado en una pieza de plástico en la carrocería, y, por tanto, al que es relativamente fácil acceder. Es por ello que los ladrones han fijado en él su objetivo, con una nueva oleada de robos que lo tienen como protagonista.

Un robo sencillo
La relativa sencillez con la que se puede sustraer anima a los ladrones a dar el golpe, normalmente de noche, cuando en cuestión de minutos pueden acometer la operación y retirarse sin mucho riesgo.
A la mañana siguiente, las víctimas se encuentran con que, al poner la marcha atrás, en la pantalla del salpicadero no se ve nada, solo un rectángulo negro, y al comprobar el motivo se dan cuenta de que les han quitado la cámara. El mal trago no acaba ahí, puesto que comprar e instalar una nueva ronda los 1.000 euros.
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