Hacer de un piloto amateur un campeón en competición. Suena a argumento de videojuego y, en cierto modo, lo es. Se trata de la premisa en la que se basa GT Academy, la escuela de conducción de Gran Turismo, que comenzó su andadura hace seis años, en 2008.
El objetivo estaba claro: dar a los jugadores de la saga la oportunidad de pasar de su dualshock al volante de un deportivo y demostrar que se puede llevar al más alto nivel a un conductor amateur. En los inicios, según nos comenta Gonçalo Gomes, instructor de GT Academy desde el primer día del proyecto, la mayoría de los participantes eran “gaming geeks”, aficionados a los videojuegos que en muchas ocasiones ni tenían coche ni siquiera sabían conducir, y en otras directamente no apreciaban la conducción, participaban simplemente para demostrar que eran los mejores en el videojuego. “Pero eso ha cambiado”, afirma, “el perfil del participante ha ido evolucionando y, aunque sigue participando mucho ‘gamer’, cada vez encontramos más gente que lo ve como una oportunidad real para convertirse en piloto”.
Hablando con los 14 españoles clasificados para esta edición, lo confirmamos. Se trata de un grupo variado, tanto por edad (entre los 20 y los 30 años) como por experiencia. Algunos nos comentan que nunca han cogido un coche en circuito, que es la primera vez que llegan tan lejos en el evento; mientras que otros ya son veteranos, han participado dos o tres veces en la final y, con la experiencia de años anteriores, intentan conducir en circuito siempre que pueden.
Sin embargo, no todo es conducción, como les deja claro la organización en el ‘briefing’ el sábado por la mañana al llegar al circuito de Ascari. El curioso el modo en que el trazado andaluz ha desarrollado una relación tan especial con la saga de videojuegos. Todo comenzó cuando Lucas Ordoñez, ganador absoluto de la primera edición del GT Academy y gran responsable de que la academia tenga la buena reputación que tiene, recomendó a Kazunori Yamamuchi, creador del juego, incorporar Ascari a GT6.
Kazunori, confeso amante de los coches y piloto en sus ratos libres, probó el circuito y quedó encantado con la pista, cuyas curvas están inspiradas en las de conocidos trazados de todo el mundo. Tras incluirlo, el siguiente paso para estrechar la relación fue llevar a cabo la presentación mundial del videojuego allí el pasado mes de diciembre. El pueblo de Ronda se vistió de competición durante unos días y vio como Lamborghinis, Aston Martins y Ferraris adornaban sus calles. Hasta tal punto llega la admiración mutua, que Yamamuchi tiene una placa en su honor en Ronda.
Debido a la buena experiencia, Gran Turismo y Playstation España decidieron que era el lugar idóneo para celebrar la competición de este año. Una vez en el complejo, Alberto Castellanos, de Last Lap, informa a los participantes del formato del fin de semana: tendrán que realizar varias pruebas físicas, conducir en el simulador de Gran Turismo 6, participar en una rueda de prensa y, como colofón, el domingo rodarán por el circuito a los mandos de un Nissan Juke Nismo y un Nissan 370Z. Empieza la competición.
Y no lo hace flojo. A las 10:30 de la mañana y, por suerte para los participantes, con una temperatura agradable y nubes que cubren parcialmente los rayos de sol, da inicio la primera prueba: una carrera de 4,2 km a través de los sectores uno y tres del trazado, en los que las cuestas y los cambios de rasante son protagonistas. Con un ritmo rápido impuesto por los participantes más preparados físicamente, poco tiempo hace falta para darse cuenta de que algunos lo van a pasar muy mal. Con un tiempo de algo más de 17 minutos marcado por el primer clasificado, Cristian Manzano, y casi 30 para el decimocuarto, la acción se traslada al pitlane.
La siguiente competición es de salto vertical en estático, que lidera Carlos Martínez con 60 cm seguidos por varias marcas por encima de los 50. Después, toca poner a prueba el tren superior con flexiones y abdominales. Algunos de los competidores se muestran regulares en todas las pruebas, mientras que algunos destacan en unas y flojean en otras; lo que si hay es un elemento común en todos ellos: motivados por sus rivales, todos fuerzan más allá de los límites.
Para terminar, se someten al Test de Course-Navette: dos líneas separadas por 20 metros, un pitido para dar inicio y otro para marcar el tiempo de llegada al otro extremo. El ejercicio está formado por niveles subdivididos en 10 secciones, cada una de ellas acortando el tiempo para ir de un lado al otro y traspasar la línea con los dos pies. El primer fallo (ya sea salir antes del pitido o no llegar a tiempo) cuenta como falta, el segundo supone la eliminación. Sorprende que, tras casi dos horas de ejercicio, la mayoría de los concursantes aguanten hasta niveles altos, aunque finalmente se reduce a cuatro personas: Cristian, Jorge, Gonzalo y Carlos. Tras un final muy reñido, es Cristian el que consigue vencer.
A partir de entonces la organización divide a los chicos en dos grupos, que irán realizando las pruebas de simulación y de entrevistas de manera alternativa. Lo primero es algo que todos manejan, llevan meses jugando a la sexta entrega de Gran Turismo y muchos tienen en su casa equipos (volante y pedales) similares a los que tienen que utilizar. No se puede decir lo mismo de la rueda de prensa. Como nos contaba Gonçalo Gomes, “tenemos que ver como son capaces de reaccionar ante una situación así. Además, un criterio importante es el inglés. Podemos pasar que no se desenvuelvan bien con el idioma, pero es imprescindible que lo entiendan. Si van a Silverstone, su instructor les va a hablar en ese idioma y tienen que saber que les está pidiendo en cada momento”.
Tras el parón necesario para comer, Melchor Durán, gestor del circuito, nos lleva a dar una vuelta por el ‘Museo Ascari’ un enorme garaje en el que encontramos todo tipo de joyas sobre ruedas, desde los coches que los clientes tienen en el circuito a los vehículos de la escuela Ascari, que incluyen deportivos, una voluminosa camada de Radical SR y hasta buggies.
Por la tarde nos toca a los periodistas ponernos a las órdenes del equipo de la academia para realizar las mismas pruebas físicas que los participantes, que no dejan pasar la ocasión de lanzar pullas entre risas: “A ver si lo aguantáis”, “Tened cuidado a ver si os va dar algo”… Exactamente 17’ 04’’ el primero de los ‘nuestros’ completaba los 4,2 km de carrera, en menos de 20 minutos habíamos cruzado la meta seis y los más rezagados paraban el crono en 25. Punto para la prensa.
Para cerrar la primera jornada y sentar unas bases de cara al día siguiente, los instructores se llevan a todos los participantes a dar una vuelta de reconocimiento alrededor del circuito, comentando trucos y detalles que les sean útiles para mejorar su conducción.
Ya de vuelta, algunos están contentos por su rendimiento, aunque otros se lamentan de haber tenido fallos tontos. A pesar de ello, se muestran con ganas de cara al domingo: “El circuito lo valoran mucho, y eso lo tengo preparado”, nos dice Diego. Sin embargo, todos ellos tienen dudas respecto al criterio de la última prueba, “¿Quieren que vayamos a hacer el mejor tiempo?”, “No pueden pretenderlo, alguien puede forzar más de la cuenta y tener un accidente”, “Tendrían que dejarnos bastantes vueltas para poder coger ritmo”… Se presentaba una noche larga por delante.
El domingo por la mañana a la misma hora en los boxes, se aprecia un ligero cambio de actitud. No se oyen tantas bromas, las sonrisas han dado paso a las caras de concentración y se nota la tensión en el ambiente. Gonçalo Gomes da las últimas directrices a los concursantes: darán tres vueltas en el Juke Nismo y después otras tres en el 370Z, siempre acompañados de un instructor que evaluará su conducción en diversos aspectos y, para alivio de los implicados, marcar el mejor tiempo no será algo que tenga peso. Por contra, un fallo como salirse de la pista supone la eliminación inmediata.
Da comienzo la prueba, que se alarga durante más de tres horas. Tres horas en las que los participantes que no están conduciendo no se separan del muro del pitlane a pesar del sol de justicia. Hablando con ellos, todos admiten haber disfrutado de la experiencia y empiezan a hacer quinielas sobre quiénes creen que serán los cuatro ganadores, curiosamente hay un par de nombres que todos consideran fijos.
Una vez termina el último se nota todavía un nivel mayor de tensión, la suerte está echada y solo les queda esperar la deliberación del jurado. Tras diez minutos de silencio sepulcral frente al podio, Alberto Castellanos sale con los resultados en un sobre y se dispone a decir el nombre de los elegidos, no sin antes manifestar cierta decepción por la poca preparación de algunos participantes para determinadas pruebas.
El primero en ser llamado es Carlos Martínez, le sigue Cristian Manzano, que es el tercer año que se presenta; Rafael Tourón, uno de los novatos; y completa el cuarteto Andrés Estrada. Risas en el podio e incluso lágrimas de alegría, pero a nuestro lado oímos un “Ahora empieza lo duro”. Y no lo dice por decir, es Óscar Ruiz, uno de los tres ganadores españoles del año pasado. “Silverstone es diferente, las pruebas físicas son mucho más duras que aquí, parece un entrenamiento militar. Tuvimos que completar pistas americanas con barro, saltos, zonas de equilibrio, buceo…”. Es algo que no parece preocupar a los elegidos en 2014, que en los escasos 15 días que tienen hasta la final europea tienen previsto realizar entrenamientos intensivos.
Al otro lado, detrás de los cámaras y los periodistas que entrevistan a los ganadores, es inevitable no percatarse de las caras de decepción de los 10 participantes restantes. Algunos se han quedado justo por debajo del corte, como les comentan los instructores, y no pueden evitar pensar lo cerca que han estado: “Este año me voy a preparar más, tanto las físicas como el inglés y todo lo que pueda la conducción. El año que viene sí que sí”.
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