“Decidimos prescindir de las líneas de carácter y de otros elementos superfluos para expresar la pureza de la estética japonesa y crear una forma continua que es, a la vez, aparentemente sencilla y profundamente expresiva”, sentencia Yasutake Tsuchida, diseñador jefe del Mazda3.
Una frase que resume de manera clara y concisa el complejo proceso que lleva a conseguir el diseño perfecto para un automóvil, desde que es concebido en sus primeros bocetos hasta que se hace realidad.
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No es una tarea baladí, puesto que su imagen debe ser un fiel reflejo de la idiosincrasia de la marca y su tradición, así como de los valores que quiere representar el propio modelo. Hay que encontrar el equilibrio y transmitir emociones, algo que no es fácil, motivo por el que en Mazda recurrieron a la experiencia de los artesanos para dar forma al lenguaje de diseño KODO, presentes en los dos modelos que encarnan esta evolución estética: el Mazda3 y el SUV compacto Mazda CX-30.
La importancia de la luz
La carrocería, libre de nervios, actúa como un espejo, interactuando con todo lo que le rodea y variando su expresión en función de la luz que reciba, mostrando formas diferentes en función de si incide el sol de la mañana, el del atardecer o los reflejos nocturnos de la iluminación de las calles y los edificios.
El afilado frontal del Mazda3 pone el centro de atención en la parrilla, con forma de diamante y situada en una posición baja que, junto a los afilados grupos ópticos, le da al coche un carácter incisivo y con gran personalidad propia. Desde ahí, en los laterales es donde más claro se percibe el juego de luces sobre la atlética carrocería, llevando la atención de la mirada del observador hasta los pasos de rueda traseros, que dan lugar a una zaga recortada que destaca por su presencia y aplomo. De forma similar, en el Mazda CX-30 puede apreciarse un característico reflejo en forma de “S” en sus laterales.
Los artesanos takumi, trabajando sobre modelos de arcilla hasta dar forma a su visión, le han dado un nuevo significado al dicho “menos es más”, inspirados por el minimalismo japonés para eliminar todo lo superfluo, huyendo de un estilo recargado para conseguir una imagen limpia y pura. Como señala Tsuchida, “alcanzar la belleza quitando elementos innecesarios es el principio clave que subyace al diseño del nuevo Mazda3”, a la vez que concreta que “su nivel de refinamiento es el resultado de unas manos humanas que atesoran una vasta experiencia”.
En el Mazda CX-30, la eliminación paulatina de rasgos prescindibles en un proceso a base de “prueba y error”, como explica el diseñador jefe, sirvió para conseguir una imagen cada vez más depurada, cuyo resultado salta a la vista desde todos los ángulos del vehículo. Se prescinde de las líneas de tensión, tan habituales en la industria, dando lugar a las sutiles curvas Sori, que evocan el trabajo de los antiguos artesanos japoneses, y a las superficies Utsuroi que son la base perfecta para que la luz incida y se refleje, creando un juego de luces y sombras en el que parecen cobrar vida, uno de los avances distintivos que recoge también el Mazda3.
Un carácter propio para cada carrocería
Aunque el objetivo del Mazda3 es emocionar a aquel que lo observa, los diseñadores tuvieron claro desde el primer momento que querían conseguirlo de manera diferente con cada carrocería del modelo, otorgando una marcada personalidad a cada una que la hiciera destacar por motivos propios.
De esta manera, mientras que la variante compacta de cinco puertas tiene un carácter más emotivo, deportivo y enérgico, el sedán ofrece un perfil más elegante y refinado que pone el énfasis en la sofisticación y la exclusividad.
El primero luce una impronta poderosa, formando un único cuerpo macizo, que combina un frontal afilado con una zaga más voluminosa, coronada por un vistoso alerón, creando en conjunto una silueta muy atlética.
El segundo se postula como un sedán esbelto que en la mitad delantera goza de las mismas bondades que el compacto, pero que en la trasera tiene una fluidez incluso mayor, gracias a la suave caída del techo, que forma un cuerpo con tres volúmenes diferenciados y una estatura más baja, lo que contribuye a estilizar su figura.
Un interior diáfano y artesanal
El diseño Kodo no solo se aplica en la carrocería. El habitáculo, tanto en el caso del Mazda3 como en el del Mazda CX-30, está estructurado en torno a dos conceptos. El primero, el Jinba Ittai, la conexión entre hombre y máquina, que convierte al conductor en el centro del espacio, para que sienta el vehículo como una extensión de sí mismo y sus interacciones con él sean fluidas e intuitivas.
El segundo, el Yohaku, que busca crear un espacio diáfano, amplio y luminoso; en el que, como en el exterior, se ha eliminado todo lo superfluo. Además, los ocupantes pueden percibir la calidad de los materiales artesanales empleados, de tacto blando y que ofrecen una amplia diversidad de texturas para activar los sentidos. El resultado es un coche que consigue emocionarte tanto al contemplarlo como al conducirlo.
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