Uno de los secretos del éxito de Porsche es el continuo desarrollo técnico de sus modelos. Siempre con el objetivo de acercarse cada vez un poco más al ideal de un deportivo perfecto. El ideal por el que Ferry Porsche trabajó toda su vida.
En el año de la primera crisis del petróleo, los visitantes del Salón Internacional del Automóvil de Frankfurt de septiembre de 1973 pudieron contemplar un 911 Coupé plateado. El logotipo Turbo, resplandeciente en el alerón trasero, revelaba que se trataba del prototipo de una versión turboalimentada del 911 que estaba en proyecto.
Sin embargo, pasaría otro año antes de que comenzara la producción en serie. Incluso dentro de la empresa había dudas sobre si un modelo de gama alta como éste tenía sentido en vista de la crisis del petróleo.
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El primer 911 Turbo, uno muy especial
Ferdinand Alexander Porsche, el hijo del fundador de la marca, regaló el primer 911 Turbo en el verano de 1974 a su hermana Louise Piëch, por su 70 cumpleaños. Era una edición especial con una carrocería estrecha y un motor experimental turboalimentado de 2,7 litros que rendía 250 CV.
En otoño de ese mismo año, 1974, Porsche presentó el 911 Turbo definitivo en el Salón del Automóvil de París. La característica exterior más llamativa del coche era el imponente alerón trasero.
Porsche planeó originalmente el 911 Turbo como una prestigiosa serie limitada, pero las cifras de ventas superaron todas las expectativas. En los tres primeros años de producción, la marca con sede en Stuttgart fabricó 2.850 unidades del 911 Turbo 3.0, el modelo que se conocía internamente como 930 y que fue el primero de su clase con turbocompresor controlado por presión de sobrealimentación.
Este deportivo de 260 CV a 4.000 rpm trasladó a la carretera muchos detalles de la construcción de los coches de carreras (donde ya se utilizaban motores con turbo hace años), como los cubos de rueda rígidos del 917 y la cinemática de los ejes delantero y trasero del 911 Carrera RSR.
Este modelo contaba con un chasis modificado con muelles más duros y barras estabilizadoras más gruesas.
En el momento de su lanzamiento, el Turbo era el coche de serie homologado más rápido de Alemania. Y para ser un coche de altas prestaciones, esta versión no escatimaba en lujos.
El equipamiento de serie incluía un interior totalmente de cuero, un sistema de calefacción, elevalunas delanteros y traseros o el volante deportivo del Carrera.
Unas prestaciones futuristas
En 1974, las prestaciones de conducción del primer Turbo estaban al límite de lo concebible en aquella época.
Con poco más de 1.100 kilos de peso y esos 260 CV, podía acelerar de 0 a 100 km/h en 5,4 segundos. Una velocidad máxima de más de 250 km/h, también era prácticamente inimaginable para la época
Al volante de uno de los primeros 911 Turbo
Pintado en verde hielo metalizado, fue uno de los 30 primeros Turbo fabricados en serie. Los retrovisores del Carrera se pintaron en el color exterior, mientras que las aletas más anchas se soldaron a la carrocería a mano.
Tenerlo delante impresiona y emociona a partes iguales. Pero ponerse a los mandos y conducirlo unos minutos por las cercanías de Stuttgart, sede central de la marca, es una experiencia de las que se quedan grabadas en la mente y en el corazón para siempre.
Su olor, su sonido, la dureza de sus mandos. Todo traslada a una época pasada, donde el automovilismo vivía una época dorada.
Empezar a andar con este primer Porsche 911 Turbo avisa de inmediato que no era un coche para manos inexpertas. Sobre todo porque la entrada del Turbo, a casi 4.000 revoluciones, es tan brutal, que más vale que el coche vaya recto en ese momento, o su eje trasero, que recibe de golpe el torbellino de potencia, se moverá de lo lindo. Y sin ESP ni ningún otro control de tracción, el susto puede ser importante.
La dirección hiper-directa (sin asistencia, claro) o un pedal de freno de tacto muy duro, se conjugan con una caja de cambios de cuatro velocidades y recorridos de su palanca no largos, larguísimos.
Además, los desarrollos de este cambio también eran increíblemente largos. Baste saber que el coche supera los 100 km/h en… ¡segunda!
Bajarse de este vehículo y subirse en el actual 911 Turbo y cruzar 50 años de evolución del automovilismo en segundos, es un golpe de realidad difícil de asimilar.
El actual, la octava generación, con 320 CV más, un chasis repleto de sistemas electrónicos para mejorar su rendimiento y dinamismo, multitud de ayudas a la conducción y de tecnología… hace ver que el avance en la industria ha sido estratosférico.
En cualquier caso, desde aquel primer Porche 911 Turbo hasta el de hoy en día, la marca alemana ha sabido mantener muy bien la esencia del que, seguramente, sea el mejor coche deportivo o al menos el más carismático… de todos los tiempos.
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