La cara oculta de las cargas rápidas para coches eléctricos

Ya hay cargadores con hasta 350 kW de potencia pero, pese a su velocidad de carga, tienen contraindicaciones para el coche y tu bolsillo.

Cargadores rápidos

Tras su lanzamiento en Estados Unidos a finales de 2021, el cargador eléctrico más rápido del mundo ya está disponible en Europa. El ABB Terra 360 ha llegado a Noruega, pero ahora surge la duda: ¿es buena idea utilizar cargadores tan potentes?

A día de hoy la recarga de coches eléctricos sigue siendo uno de sus principales puntos flacos. Pese a los avances, continúa siendo un proceso mucho más tedioso y lento que repostar un coche de combustión. La solución, a priori, son los cargadores rápidos, que emplean corriente continua y operan a una mayor potencia. Tienen muchos puntos a favor, pero también una serie de contras que conviene sopesar.

Ventajas de los cargadores eléctricos rápidos

Dado que funcionan a potencias superiores y utilizan corriente continua, el proceso de carga es considerablemente más rápido. Los tiempos varían en función de la potencia de la estación y de la capacidad de la batería. Como ejemplo, el Skoda Enyaq Coupé recupera del 10 al 80% de su energía en 29 minutos, mientras que en una toma doméstica de 11 kW (trifásica y de corriente alterna) se necesitan 8 horas.

La diferencia es palpable y hace que este tipo de recarga sea la más indicada, sobre todo, para las paradas en viajes largos en las que no sea necesario rellenar la batería por completo.

Inconvenientes de las cargas ultrarrápidas

No todos los coches eléctricos del mercado son compatibles con sistemas de recarga ultrarrápida, sin embargo. Y, dentro de los que sí, no todos pueden hacerlo en el mismo rango de potencias.

Actualmente el Hyundai Ioniq es el modelo de mayor capacidad, pues soporta hasta 350 kW. Es decir, 10 kW menos de los que ofrece la estación de recarga ABB Terra 360 (360 kW). Otros modelos destacados en este campo son Audi e-tron GT y el Porsche Taycan, que funcionan con conexiones de hasta 270 kW.

Así pues, el primer inconveniente es que no son muchos los vehículos que pueden aprovechar la rapidez de los cargadores más avanzados. E incluso en los que sí los soportan, no resulta conveniente emplearlos de manera habitual.

El sufrimiento de las baterías

Las cargas rápidas dañan las baterías del coche. Para trabajar a tanta potencia, someten al sistema a unas temperaturas muy elevadas, lo que, incluso con los pasos de precalentamiento que llevan a cabo muchos coches eléctricos, acaba resultando dañino.

Esto hace que pierdan parte de su capacidad energética de manera progresiva y que se acelere el acortamiento de vida útil. En promedio, los fabricantes garantizan un 80% de la capacidad a los ocho años, pero abusar de las cargas rápidas hace que se antoje complicado lograrlo.

Por otra parte, también está el aspecto económico. El coste de uso de una estación de carga rápida es mucho más elevado que el de una carga doméstica convencional. La velocidad se paga y el precio del kilovatio en estos cargadores es mucho mayor, acercándolo al coste de repostar gasolina o diésel.

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