Crear una marca de coches de la nada es algo que es incluso más difícil de lo que parece. A pesar de ello, en los últimos años han sido muchas las start-ups que lo han intentado, aprovechando la expectación por los coches eléctricos, aunque consiguiendo casi siempre un resultado pésimo.
El de Fisker ha sido uno de los casos más sonados y es que, aunque consiguió producir vehículos, su posterior declaración en bancarrota ha generado un caos total para las personas que apostaron por ella.
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Es algo que ocurrió meses de la comercialización del modelo, motivo por el que aquellos que pusieron su dinero para reservar y adquirir las primeras unidades, ya tenían el coche en casa y no han podido hacer nada más que ver como su vehículo pierde valor.
El portal Edmunds, que se encarga de analizar los coches que se lanzan al mercado y a realizar análisis tanto a corto como a largo plazo, adquirió el suyo en enero de este año por un precio que rondaba los 70.000 euros. Tras todos los problemas que ha experimentado en 11 meses, ha tanteado el mercado para intentar darle salida y lo mejor que ha recibido es una oferta de 13.500 dólares. Así, el vehículo ha perdido en 80% de su valor en menos de 11 meses.
Como es lógico, la bancarrota es el principal motivo de la depreciación, pero también todos los problemas que ha dado el coche incluso siendo nuevo y que se prevé que en el futuro no hagan si no ir a más.
Problema tras problema
Las noticias sobre Fisker en los últimos meses han sido muchas y ninguna ha sido buena. Todo era muy distinto al principio, y es que la expectación por el Ocean era altísima: antes de su lanzamiento ya acumulaba 40.000 reservas. Sin embargo, una vez los coches empezaron a llegar a manos de los compradores, todo cambió.
Los medios que lo probaron primero fueron claros diciendo que el coche dejaba mucho que desear, tanto en cuanto al sistema multimedia como, especialmente, en un aspecto tecnológico en el que no daba lo que había prometido, sobre todo en materia de seguridad y de asistentes de conducción.
Lo peor es que tras el anuncio de la bancarrota, la marca confirmó que no lanzaría nuevas actualizaciones de software para el vehículo, así que los problemas existentes no se arreglarían.
Esta falta de soporte también se extiende a otras áreas. Por una parte, se anunció que en las llamadas a revisión, tan comunes en la industria, serían los clientes los que tendrían que pagar, algo insólito. Finalmente, se ha conseguido llegar a acuerdos para que no sea así.
Por otro lado, no habrá garantía para los vehículos, así que cualquier reparación la tendrán que costear los propietarios. Por si eso no fuera suficiente problema, no hay piezas ni recambios oficiales en el mercado, así que, según la avería, existe incluso la posibilidad de que un Ocean se quede completamente inservible.
Como guinda, ante la cancelación de pedidos masiva, con el consiguiente reembolso de las reservas, la compañía intentó vender nuevas unidades a un precio de saldo, apenas 20.000 dólares, para conseguir ingresos, lo que terminó de acelerar la depreciación del vehículo.
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