La vuelta al cole tras el verano está siendo dura, con muchas complicaciones de tráfico que se transforman en interminables atascos en las grandes ciudades. No es cuestión de amargarnos la existencia, sino de internar tomar conciencia para evitar algunos malos hábitos que solemos poner en práctica en los embotellamientos.
Los atascos son inevitables, pero si todos los implicados pusiéramos algo más de nuestra parte algunos de sus inconvenientes se reducirían. Todo se basa en el sentido común y el respeto, supuestamente lo que cualquier conductor debería exhibir pese a que la realidad nos refrenda, día a día, que no siempre es así. Haciendo propósito de enmienda quizá esta otoño resulte algo más llevadero para todos.
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No respetar la distancia de seguridad
Conservar el espacio necesario entre vehículos es básico en cualquier momento de la conducción, también al circular en caravana y a poca velocidad. Los embotellamientos suelen agravarse en horas punta por pequeñas colisiones que anulan un carril de la calzada, provocadas en buena parte por no respetar la distancia de seguridad.
Hay que adecuarla, claro está, a la menor velocidad de circulación, lo que no significa que rodemos literalmente pegados a la trasera del vehículo que nos precede. Y controlar lo que puede llegar desde atrás mediante el espejo retrovisor también es una buena costumbre, que puede evitar un alcance si tenemos espacio suficiente para ganar unos metros en caso de necesidad.
Cambiar de carril sin necesidad
Sí, nos pasa a todos: siempre nos da la impresión de que el carril de circulación por el que no ocupamos va más rápido. Pues por lo general (salvo excepciones provocadas por algún incidente, incorporación o salida de la vía principal) es falso. Como ejercicio práctico basta con fijarse en algún otro vehículo que podamos identificar fácilmente por sus características o decoración para comprobar que, tirones al margen, no suele haber demasiadas diferencias entre un carril y otro en una carretera colapsada.
Por el contrario, los cambios constantes de línea pueden llegar a ralentizan el ritmo y crean situaciones de peligro; por ejemplo, pueden ser críticas para quienes circulan en moto. Por eso, en caso de necesidad de abandonar el carril, es igualmente imprescindible señalizar la maniobra convenientemente con los intermitentes.
Colarte…
Es una imagen frecuente al llegar a una salida de la carretera por la que circulamos, por lo general con destino a otra que también puede estar saturada: un vehículo que circula por un segundo carril más rápido aguarda hasta el último instante para buscar un hueco en el que colocarse sin respetar el turno de todos los demás.
Al margen de la indiscutible falta de respeto que tal actitud representa, el riesgo de la maniobra es evidente: se bloquea un segundo carril (lo que puede provocar una alcance por detrás), hay que maniobrar con poco espacio y realizar una frenada comprometida por la densidad del tráfico. Una de las acciones más peligrosas que podemos apreciar en los atascos.
Dificultar las maniobras
Por otro lado, y caraduras al margen, tampoco tiene sentido complicarle la vida al resto de los automovilistas que quieren realizar una maniobra permitida y razonable. Muchos son los que, llevados por la tensión del momento o el nerviosismo, impiden a otros vehículos las incorporaciones o los cambios de línea, que ocasionalmente son inevitables. El resultado es que los carriles se desfiguran, los vehículos deben recolocarse y el colapso se amplifica.
Distracciones con el móvil
Acuciados por el aburrimiento y la impaciencia, es fácil caer en la tentación de atender el teléfono en los atascos. Y no solo las llamadas (algo legal con dispositivos manos libres), sino también el correo electrónico, el WhatsApp y las redes sociales. Las estadísticas señalan ya claramente a este hábito como responsable de un elevado porcentaje de accidentes, que también se producen en las aglomeraciones de tráfico (aunque sean por lo general de menos trascendencia), además de causar un entorpecimiento aún mayor de la circulación. Sin olvidar que, incluso permaneciendo parados, son sancionables.
Pegar tirones
Precisamente por las distracciones, sean causadas por el móvil o por andar pendiente del paisaje, llega otro de los fenómenos más nocivos de los atascos. Los estiramientos en el flujo circulatorio, lo que podemos llamar ‘hacer la goma’, abriéndose huecos significativos entre los vehículos que, a continuación, son recuperados por lo general a una velocidad inadecuada y por tanto peligrosa.
El coche que va delante se aleja, el siguiente acelera más de la cuenta para recuperar el espacio, llega otra detención y la frenada consiguiente es una situación de riesgo que se debería evitar.
Castigar el embrague
En este caso perjudicamos más a la mecánica (y al bolsillo) que a la circulación. Abusar del uso del embrague carece de sentido y además acorta la vida útil de este mecanismo de costosa sustitución. Quienes no utilizan un coche automático pueden tener tendencia a mantener pisado el pedal en detenciones cortas, da pereza quitar y poner la marcha cada vez que se para y se arranca.
Podría parecer que carece de importancia, que la cosa tampoco es para tanto, pero si la costumbre se enquista y soportamos un atasco a diario (o dos) sin duda alguna que el funcionamiento del sistema se terminará resintiendo.
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