Triumph amplía su gama, y concretamente la familia Bonneville, con la Triumph Bonneville Bobber, una moto de corte retro que llega en el momento perfecto dada la ola de amor vintage en la que nos encontramos inmersos.
Para los no iniciados, el concepto bobber sonará desconocido, pero el nuevo modelo de Triumph es un ejemplo de manual de lo que representa este estilo, así que es fácil explicarlo.
Se trata de una tendencia dentro del mundo custom que apuesta por el minimalismo y la inspiración en las motos de mediados del siglo XX. Ambas características quedan claras desde el primer vistazo, con un conjunto ‘desnudo’ sin carenado, con finísimos guardabarros, llantas multirradio (la delantera sensiblemente más grande que la trasera), retrovisores redondos que parten de los puños del manillar y un asiento ‘volante’ que está homologado como monoplaza, así que hay que olvidarse de llevar compañía en ella.
La magia está en que este conseguido aroma clásico está acompañado de una dotación tecnológica de última hornada, por lo que se obtiene lo mejor de dos mundos: la imagen del ayer y la conducción de hoy. Valgan como ejemplo el ABS, el control de tracción o el acelerador electrónico ‘Ride by Wire’ que permite elegir entre dos modos de entrega de potencia.
De animar esta bobber se encarga el motor T120 bicilíndrico de 1.200 cc (que cumple la normativa Euro4), con una potencia de 77 CV a 6.100 rpm y un par máximo de 106 Nm a partir de las 4.000 vueltas. Combinado con un cambio manual de seis marchas mediante un embrague antirrebote, tiene un comportamiento muy solvente y una respuesta rápida sobre todo a medio régimen.
No puede faltar un amplio catálogo de personalización, que está formado por más de 150 opciones (como por ejemplo los dos tipos de manillar) que, junto con los cuatro colores disponibles, prometen permitir a cada cliente dejar su Triumph Bonneville Bobber completamente a su gusto.
Ya se conoce su precio para el mercado español: 12.900 euros.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.