El origen de la carestía se debe, entre otros factores, al incendio de una planta productora y al aumento del consumo doméstico de electrónica.

Menos microchips, menos coches

La escasez de semiconductores ha provocado ya que se dejen de fabricar en España más de 230.000 vehículos.

Si los problemas que afronta la industria del automóvil en los últimos años, pandemia incluida, no eran suficientes, se agudiza ahora la crisis de los semiconductores o microchips, otro cisne negro que golpea al sector, y en especial a las marcas occidentales.

El origen está en la suma de varios factores, como el tirón de la electrónica de consumo durante el confinamiento, que absorbió más oferta de la prevista. Después está la reducción de pedidos de los fabricantes de automóviles por el parón de la covid, que ha provocado más tarde un cuello de botella cuando han querido recuperar de golpe los suministros ante la reactivación del mercado.

Pero también se sumó el Gobierno chino, cerrando la exportación de semiconductores para atender una demanda interna disparada. Y, según otras fuentes, es solo la coartada de una auténtica guerra comercial, justo a la salida de la crisis vírica. La guinda la pusieron el bloqueo del canal de Suez, que dejó varados algunos envíos, y el incendio de una planta de producción en Japón.

Todas las causas, salvo el bloqueo chino, se van regularizando, aunque llevará meses recuperar el terreno. Pero las consecuencias han empezado ya, y no solo por la falta de consolas (también afectadas) como la Playstation 5. Según Sernauto, la patronal de proveedores de automoción, se han dejado de fabricar en España 231.678 vehículos por falta de suministros. Y las campas de varias fábricas están repletas de coches a la espera de que llegue el componente que falta.

Pero los efectos colaterales afectan ya a otros sectores y usuarios sin conexión aparente. Así, algunas marcas están destinando los suministros disponibles a los modelos con mayor margen. Y han cancelado descuentos y ventas a rent a car presagiando un verano con subida de tarifas por falta de unidades disponibles. Al final, todo esto es otra rémora de la globalización de las últimas décadas y confirma que lo barato acaba saliendo caro.

El traslado masivo de la producción de bienes estratégicos a China deja el corte del suministro en manos de una dictadura con reglas propias y ajenas a la libertad de mercado. Y convierte el chollo de unos pocos en un mal negocio para todos los demás.

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