Paisaje tras la batalla

La crisis de la Covid-19 provocará cambios profundos en la sociedad, tanto a nivel global como nacional o sectorial. Y algunas afectarán al automóvil.

Desplazamientos Semana Santa

Un atasco en una carretera de circunvalación de Madrid.

Es muy pronto para saber si la crisis de la Covid-19 provocará cambios profundos en la sociedad, pero a priori se perciben tendencias significativas que podrían remodelar nuestra forma de vida actual, tanto a nivel global como nacional o sectorial. Y algunas afectarán al automóvil.

Las elevadas pérdidas económicas de la pandemia pueden convertirse en un acelerador inesperado de la concentración del sector: los fabricantes sin músculo financiero o con poca liquidez se verán obligados a aceptar ser absorbidos por los más fuertes para evitar la quiebra.

Esa necesidad imperiosa de recursos exigirá también fuertes reducciones de costes, y la primera víctima será la caída del ritmo de inversiones y el retraso en la llegada de las nuevas tecnologías, tanto el coche eléctrico — menos rentable que el térmico— como, sobre todo, la conducción autónoma. Y a corto plazo parece inevitable que la norma de emisiones de C02 de la UE de 2020 se retrase al año que viene, o al menos se eliminen las multas como apoyo paliativo al sector.

En este oscuro panorama hay algún rayo de luz que puede reducir el dolor. El primero es el desplome del precio del petróleo y los combustibles, que reduce el coste de uso del coche, aunque resta competitividad a los eléctricos al reducir una de sus ventajas. Otra posible consecuencia de la pandemia que se ha detectado ya en China es un mayor interés por adquirir un coche privado en detrimento del transporte público para reducir riesgos de contagio en futuras crisis sanitarias. Y podría afectar al coche compartido, que presenta una higienización inviable tras cada trayecto.

El confinamiento ha demostrado también que muchos empleados pueden trabajar en casa con igual o más productividad que en la empresa, lo que reduce costes de espacio y gastos generales. Pero lo más positivo es que, si las compañías aumentan los días de teletrabajo, se eliminarían en gran parte los atascos de las ciudades, caerían las emisiones y aumentaría la calidad de vida de sus habitantes. Y se reduciría la presión sobre el coche privado.

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