El Mustang es un deportivo de esos que, probablemente, no se vuelvan a fabricar, al menos tal como se conoce hoy: grande, llamativo, sonoro y, sobre todo, con un enorme motor V8 de gran cilindrada (5.000cc), cambio manual y propulsión trasera. El cerco a las emisiones no ha provocado que incluya todavía módulos híbridos o que anuncie un futuro eléctrico, y su conjunto mecánico aporta unas sensaciones al volante de la vieja escuela que no pueden proporcionar los deportivos actuales, muchos turbo e incluso 4×4. El contexto actual lo ha convertido ya en un clásico moderno, en una pieza de colección que podría revalorizarse con el paso del tiempo, en lugar de depreciarse. Y la nueva versión Ford Mustang Bullitt, que rinde homenaje al modelo que Steve McQueen conducía en la película homónima de 1968, potencia aún más su gancho.
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El filme se encuadra dentro del cine policiaco de culto, y se recuerda por la mayoría de aficionados porque presentaba una de las persecuciones reales (hecha de verdad, sin imágenes generadas por ordenador) más recordadas de la historia del cine. El propio McQueen, que aparte de actor fue piloto, estaba detrás del volante, derrapando y saltando por las calles de San Francisco y las carreteras de los alrededores. Otro extra que refuerza el halo especial que envuelve a este coche.
La nueva variante cuesta 55.550 euros, 6.000 más que un Mustang V8 equivalente, pero casi la mitad que deportivos estadounidenses como el Corvette o europeos como el BMW Serie 4. La diferencia frente a sus hermanos de gama se justifica con una decoración específica, más equipamiento de serie, mayor potencia y la exclusividad propia de ser una edición especial numerada. Solo se ofrece con carrocería cupé y cambio manual (otros Mustang pueden ser descapotables y automáticos), y dos colores: un verde que según Ford es el mismo que lucía el Mustang Fastback del filme original, y otro negro.
Aparte de por los colores, la personalización se aprecia también en la parrilla negra frontal, que no lleva el logo del caballo que identifica a los demás Mustang, y en ciertos detalles de estilo retro que tratan de conectar al modelo nuevo con el clásico, como las llantas de cinco brazos y el pomo del cambio manual nacarado. El emblema equino desaparece también de la tapa del maletero e incluso del volante, y se reemplaza por un escudo circular con el sello Bullitt. Además, cuenta con tapicería de cuero, equipo de música de la marca Bang & Olufsen, navegador, asientos con calefacción y ventilación y otros elementos que en el resto de la gama hay que pagar como extra. Y suma una instrumentación digital con menús propios.
Como buen deportivo estadounidense, el Ford Mustang Bullitt destaca por su tamaño, que es bastante mayor que el de sus equivalentes europeos y japoneses. Mide 4,78 metros de longitud, y dispone de 2+2 plazas y un maletero de 408 litros, por lo que ofrece también cierto sentido práctico. Los asientos traseros solo valen para niños y adultos bajos (hasta 1,70 metros de estatura), pero, junto a una capacidad de carga más que correcta, otorgan un plus en funcionalidad que pocos modelos de altas prestaciones pueden ofrecer.
En marcha, el Ford Mustang Bullitt se nota grande y algo pesado (1.740 kilos sin conductor), pero su motor puede con todo y otorga una respuesta poderosa que mueve el conjunto con mucha soltura. Es el gran protagonista desde que se arranca el vehículo, también porque emite uno de los sonidos más sugerentes escuchados en un automóvil del catálogo actual.
El propulsor 5.0 V8 de 460 CV ofrece 10 CV más que en los Mustang V8 normales y estira también algo más, hasta casi 7.400 revoluciones. De hecho, sube más de lo habitual en estos grandes bloques V8 estadounidenses. Permite acelerar de 0 a 100 km/h en 4,6 segundos y alcanzar 263 km/h, siempre con una rumorosidad profunda que resulta hechizante y encandilará a cualquiera que tenga una mínima sensibilidad por el automóvil deportivo.
El motor del Ford Mustang Bullitt empuja desde el ralentí hasta el corte, con una contundencia que se incrementa a medida que se sube de revoluciones, pero que impacta ya desde abajo. Y suma una respuesta inmediata a cada solicitud sobre el pedal del acelerador. Son las virtudes habituales en los motores atmosféricos de alta cilindrada, y que los propulsores turbo actuales no llegan a ofrecer: no suelen subir tanto de vueltas, suenan como poco diferente (por no decir menos bonito) y tardan más en responder al acelerador.
Menos bueno resulta, en cambio, el consumo, porque en uso normal (al ritmo del resto del tráfico) rondará los 14 litros de gasto medio real cada 100 kilómetros; afinando la conducción y rodando con suavidad se podrá bajar a unos 10 u 11 litros, y al acelerar sin contemplaciones y practicar un manejo más dinámico, es más que fácil llegar a 20.
La dirección es ligeramente lenta, por lo que hay que girar el volante más de lo esperado, y el cambio manual tira a rudo y requiere decisión para insertar las marchas. Y hay más detalles que alejan al Ford Mustang Bullitt de la precisión dinámica que recogen los modelos europeos y japoneses, e incluso el Corvette, pero su comportamiento es bueno y no hay ningún otro coche que se acerque siquiera a ofrecer esta relación entre precio, potencia y sensaciones. Su competidor principal, el Chevrolet Camaro, ya no se vende en España.
Por cómo pisa y cómo fluye en zonas de curvas, el Ford Mustang Bullitt parece más un deportivo Gran Turismo (GT) que uno radical. Está más cerca de un BMW Serie 6 que de un M4, por ejemplo. Y la suspensión electrónica de la unidad de pruebas (2.200 euros) lo confirma, porque incluso en su ajuste más rígido resulta firme pero no incómoda. Así, tarda un poco en girar y apoyar, pero una vez inscrito en el viraje, mantiene buen agarre y manejo. Y los frenos paran con solvencia y aportan seguridad, porque también son resistentes ante un uso continuado.
Con las ayudas conectadas se puede pisar el acelerador casi de cualquier manera, pero sobre suelo mojado o al desconectar los sistemas de seguridad, hay que dosificar la presión sobre el pedal con precisión para evitar derrapajes, o para provocarlos y controlarlos satisfactoriamente, siempre en circuito o en zonas cerradas al tráfico. Y es que la potencia del motor supera la adherencia de los neumáticos con facilidad, y es uno de esos coches que requieren manos firmes y pies sensibles.
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