Cuando alguien se compra un monovolumen es porque lo necesita. Sí, sé que puede sonar a obviedad, pero me refiero a que la elección de un automóvil de estas características suele tener más de racional que de pasional, se busca una funcionalidad concreta que el cliente espera recibir.
Son coches eminentemente familiares, en los que la habitabilidad, el confort o la seguridad se anteponen a otros criterios como la estética o las prestaciones. Y Ford puede presumir de tener una opción realmente convincente con el nuevo Grand C-Max, la variante de siete plazas de su popular monovolumen, recientemente actualizada y diría que con pleno acierto.
La carrocería es ahora, lógicamente, más actual y atractiva y se caracteriza por un detalle importante que ya dice mucho de su vocación familiar: la apertura deslizante de las puertas traseras. Una vez en su interior se respira el ambiente que se ha convertido en habitual en las últimas propuestas de Ford: calidad en los acabados y materiales junto con un equipamiento realmente excepcional, al menos en la versión superior Titanium de nuestra prueba.
Así encontramos multitud de detalles que nos harán la vida más fácil, desde los más simples como espacios para pequeños objetos a otros tan avanzados como la alerta de cambio involuntario de carril, la advertencia de ángulo muerto de los retrovisores o el asistente de aparcamiento.
Un buen motor diésel es el complemento ideal para un coche generoso de tamaño y que puede llegar a ir muy cargado (hasta con siete plazas o un maletero bien repleto). El TDCi lo es, con 140 CV suficientes para casi todos y unos consumos más que aceptables incluso con el cambio automático de seis velocidades (no es el más refinado del mercado).
En marcha cumple aunque no entusiasme con su comportamiento dinámico, entre otras cosas porque tampoco tiene que hacerlo. Es estable siempre que no sobrepasemos unos límites razonables y bastante ágil y preciso en carretera, así que poco que objetar.
LO MEJOR. Si pensamos en lo que se le debe pedir a un coche eminentemente familiar, el Grand C-Max sin duda cumple con esas exigencias. Un coche ideal para este tipo de utilización, incluyendo sus siete plazas.
LO PEOR. Siendo su avanzada tecnología una de las cualidades de este monovolumen, el freno de mano mecánico queda un tanto fuera de lugar. No es que funcione mal o sea incómodo, pero uno eléctrico estaría más acorde con el conjunto.
CONCLUSIONES. – Es un modelo pensado para un uso específico que cumple a la perfección y satisfará las necesidades familiares. – El turbodiésel 2.0 ofrece un rendimiento suficiente sin que los consumos lleguen a ser elevados. – El equipamiento de confort, telemático y seguridad está a un nivel superlativo en esta versión Titanium.
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