Opel Grandland 1.2 130 CV automático: cambio radical

El buque insignia de la marca alemana acomete una profunda renovación que le hace parecerse muy poco a su predecesor.

Opel

El Grupo Stellantis (fusión de PSA y FCA) protagoniza una gran ofensiva al encontrarse inmerso en una profunda renovación de todos sus modelos, especialmente en el segmento SUV, el más demandado del mercado.

En 2020 se lanzó el nuevo Peugeot 3008 y hace pocos meses se lanzó el nuevo Opel Grandland que, para empezar a diferenciarse de su predecesor, ha prescindido de la X en el nombre, al igual que ha pasado con los nuevos Opel Crossland y Opel Mokka.

Imagen modernizada de familia

Ya en manos de la redacción, lo primero que llama la atención es el frontal y la parrilla cerrada en su parte superior y ya estrenada en el Mokka, denominada Opel Vizor.

En sus extremos aparecen también las luces IntelliLux LED con 84 píxeles por faro o el sistema de visión nocturna. Este sistema avisa y detecta personas y animales hasta 100 metros por delante del vehículo gracias a una cámara de infrarrojos. Respecto a sus medidas, no cambian respecto al anterior Grandland y sigue conservando altura, anchura y una longitud de 4,48 metros.

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El sistema de visión nocturna se activa automáticamente al detectar un peatón o animal delante del vehículo.

Interior más digitalizado

Lo primero que llama la atención al entrar en el Grandland es el salpicadero denominado Pure Panel, que contiene dos pantallas panorámicas unidas, la primera, tras el volante, de 12 pulgadas (configurable con diferentes aspectos) y la central, para el sistema de infoentretenimiento, de 10 pulgadas.

Las dos son equipamiento de serie en el acabado de esta unidad, el superior, denominado Ultimate. Eso sí, mantiene los botones físicos para subir o bajar la temperatura, encender el climatizador o controlar el volumen de la radio.

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En el interior, destacan las dos pantallas panorámicas y la calidad de materiales y acabados, así como la gran habitabilidad.

También es destacable la gran habitabilidad que ofrece, sobre todo en los asientos traseros para las piernas de los pasajeros que, también si se acomodan tres, no viajarán demasiado estrechos. Además, el tacto de los plásticos en salpicadero y guarnecidos ha mejorado, así como su calidad táctil y visual.

Y con 514 litros, el maletero se sitúa en la media de lo que otros coches del estilo y con esta longitud ofrecen.

Motor tricilíndrico algo ruidoso

En esta ocasión la unidad de pruebas correspondía al motor de gasolina tricilíndrico 1.2 de 130 CV con cambio automático de ocho velocidades. No es una mala combinación, ya que su relación prestaciones/consumo es buena. Homologa 6,5 l/100 km, que en esta prueba han ascendido en más de un litro hasta los 7,8 l/100 km.

Además, la configuración de tres cilindros del motor caracteriza su rumorosidad (algo más elevada que en un tetracilíndrico, pero tampoco escandalosa) y los 130 CV no favorecen que sea el rey del empuje. Por lo menos, esta sensación la minimiza si se juega con los modos de conducción, porque al activar el Sport, este Grandland cambia de carácter y parece que se le han inyectado 30 CV más de forma instantánea.

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En marcha, el motor es algo rudo, pero el guiado es bueno y la suspensión, muy equilibrada.

Aún así, su nivel prestacional no es alto. Pasa de 0 a 100 km/h en algo más de 10 segundos, pero compensa con un buen guiado de la dirección que, además, no hace ascos a un tramo revirado. Y eso a pesar de no ser de las más directas, ya que tiene tres vueltas completas de tope a tope y resulta algo más lenta que en su primo, el Peugeot 3008, que se construye sobre la misma plataforma.

Su equilibrada suspensión no transfiere demasiadas oscilaciones de la carrocería. Ni lateralmente ni si se saca del asfalto hacia un camino bacheado. Eso sí, si se fuerza el ritmo, no vira plano y se notan algunos bamboleos, pero contenidos.

La caja de cambios automática de ocho velocidades no es de las más rápidas, pero funciona de forma muy suave y agradable. Tiene un modo manual, que se activa al apretar un botón dispuesto a tal efecto en la misma palanca (muy ergonómica, por cierto).

Versión y precio

La ya comentada versión de esta prueba es la más alta de la gama, Ultimate, que parte de un precio de 35.576 euros pero que cuenta con un equipamiento de lo más completo, como volante y asientos calefactables, llantas de 18 pulgadas o techo en otro color, en este caso negro.

Además, por 2.200 euros más, el cambio automático de ocho velocidades, sin ser demasiado rápido, su agrado de funcionamiento hace que merezca la pena el gasto extra.

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Alfredo Rueda

Periodista especializado en motor desde hace más de 20 años, ha trabajado en diferentes gabinetes de prensa (Federación Española de Automovilismo o Circuito del Jarama) y medios especializados (Motor 16, Marca Motor o Auto Bild). Apasionado de coches, motos y, ahora también, de los cacharros con alas.

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