Volkswagen vivía un momento dulce. Sus ventas marchaban a buen ritmo, sus coches gozan de un merecido prestigio, su tecnología está a la vanguardia de la industria y su cruzada medioambiental se había convertido en el portaestandarte de un sector que mira al futuro con la esperanza de que sea mejor para todos. Pero estalló la tormenta y ahora la marca alemana se enfrenta a la peor crisis de su historia reciente, un huracán que llega desde el otro lado del Atlántico con el escándalo de la manipulación de sus coches para que pareciera que contaminaban menos de lo que en realidad lo hacían. Éstas son las claves del caso:
Una acusación de peso.
La agencia del medioambiente de Estados Unidos acusó a la marca la pasada semana de instalar en más de 482.000 de sus vehículos con motor diésel un software en su sistema de gestión que enmascaraba la realidad de sus emisiones contaminantes. La trampa consistía en que el programa sabía cuándo el coche estaba detenido y siendo controlado para reducir estas emisiones; una vez en marcha, el propulsor volvía a generar hasta un 40 por ciento más de NOx que el permitido.
La marca lo admite.
Las evidencias sobre lo ocurrido eran tales que Volkswagen admite poco después su culpabilidad, se disculpa por ello, pone en marcha una investigación al respecto y queda a disposición de la justicia para aceptar las sanciones económicas que le puedan ser impuestas. El perjuicio a su imagen se consuma de inmediato, sobre todo considerando que es una de las empresas que se ha posicionado al frente de la cruzada medioambiental de la industria del automóvil.
Un varapalo económico.
Las consecuencias de lo ocurrido son gravísimas para la marca. En primer lugar, su cotización en bolsa se desploma, las acciones de la empresa caen casi un 19 por ciento, lo que se traduce en pérdidas de unos 26.000 millones de euros (además de arrastrar a otras grandes compañías de la industria de la automoción, desde BMW a Daimler pasando por Continental). Por si fuera poco, la multa por la instalación de ese software ilegal se cuantifica en 37.500 dólares por vehículo, es decir, un montante de nada menos que 18.000 millones de dólares, unos 16.000 millones de euros. Sin embargo, parece poco probable que la sanción alcance esta estratosférica cuantía después de la negociación que se iniciará y el eximente de haber reconocido su culpabilidad.
Los modelos afectados.
Volkswagen ha admitido haber instalado el programa fraudulento en 482.000 coches de su marca y de Audi en Estados Unidos, además de en otros once millones en todo el mundo, aunque también afirma que ese software no debería haber sido activado en la mayoría de ellos. Los modelos afectados son el Beetle, Jetta, Golf, Passat y Audi A3, todos con el motor diésel EA 189, que se utiliza en un cuarto de las unidades del grupo que se venden en Estados Unidos.
¿Tiene efectos para los usuarios esta trampa?
En términos de utilización o seguridad, no. Los coches contaminan más pero el conductor no aprecia efecto alguno en su manejo. No así el medioambiente… Quizá Volkswagen decida llamar a revisión a estas unidades para subsanar el problema y en ese caso sí que es factible que la modificación del software o la instalación de algún dispositivo adicional puedan tener consecuencias en las prestaciones o los consumos del vehículo.
Consecuencias de difícil predicción.
Esta crisis está teniendo y tendrá, indudablemente, consecuencias serias para Volkswagen. El responsable de la marca en Estados Unidos ha sido muy esclarecedor con sus palabras: “La hemos cagado”. El escándalo ha cobrado dimensiones mundiales y está afectando a la reputación de la marca, al crédito de sus directivos y, como ya hemos comentado, a sus finanzas. La empresa ya ha provisionado 6.500 millones de euros para atajar la crisis y corregirá a la baja, por tanto, sus previsiones de beneficios para este curso. Por delante les queda la difícil negociación de la sanción económica y la tarea no menos ardua de recuperar la confianza de sus clientes y el prestigio en la industria. Pese a todo, no cabe duda de que un gigante con la capacidad, la experiencia y el potencial de Volkswagen debería salír adelante. Aunque nunca olvidarán ya este final del verano 2015 que les llevó de la gloria al infierno…
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