Muchos de los modelos más recientes que llegan al mercado incluyen menos componentes que sus versiones anteriores. Sucede, por ejemplo, con la rueda de repuesto o la clásica varilla para medir el aceite. También ocurre con el tapón del depósito: ¿por qué está desapareciendo?
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En realidad, su sustitución por sistemas sin tapa no representa un problema para la conducción, aunque sí genera curiosidad entre algunos conductores. Tampoco parece implicar una gran inversión para los fabricantes, y su eliminación no supone un impacto significativo en el coste final del vehículo.
Sin embargo, los depósitos sin tapón no son una novedad. Ford, por ejemplo, tomó la decisión de eliminarlo en 2006 y, dos años después, lo incorporó en sus modelos. Desde entonces, la mayoría de las marcas han seguido la misma tendencia, especialmente en coches de gama alta y en versiones premium.

Frenar a los ladrones
¿Por qué se dejó de utilizar el sistema tradicional en los depósitos de combustible? Existen varias razones y una de ellas es especialmente importante: ayuda a prevenir el robo y la manipulación del carburante, algo que preocupa a fabricantes y usuarios.
Conviene recordar que los vehículos más modernos cuentan con un acceso al depósito sellado para evitar fugas y mantener todo bajo control mientras el coche está en movimiento, incluso en condiciones exigentes.
Es cierto que para extraer gasolina o diésel se necesitan herramientas específicas y conocimientos técnicos, pero las tapas convencionales se pueden retirar con facilidad. Y eso las convierte en un objetivo atractivo para los delincuentes, que buscan rapidez y poca resistencia.

Más cómodo para el conductor
Por otro lado, los depósitos sin el tradicional tapón resultan más prácticos para los conductores: permiten repostar con mayor rapidez y comodidad. Además, reducen el riesgo de que los vapores del combustible se escapen durante la operación de llenado, algo que también mejora la seguridad.
Finalmente, los depósitos sin tapa están diseñados para ser resistentes, soportar el desgaste diario y la corrosión. Requieren, por tanto, menos mantenimiento que los tapones clásicos, aunque sí precisan revisiones periódicas para garantizar su correcto funcionamiento. Estas inspecciones permiten detectar cualquier signo de deterioro o daño, que en este caso debe solucionarse de inmediato para evitar problemas mayores.
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