Son unos radares definitivos, absolutos, casi omnímodos, y están más cerca de lo que parece. Después de un periodo de prueba en algunos países, entre ellos Dubai, los superradares Mesta Fusion han llegado a Francia. Los responsables de tráfico han adquirido 400 unidades de estos dispositivos y ya funcionan en algunas carreteras. Y, en materia de tráfico, lo que ocurre al otro lado de los Pirineos no tarda demasiado en aplicarse en España.
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De Francia se importaron ideas como los controles de alcoholemia, el carnet por puntos o la reciente reducción de velocidad en las carreteras convencionales, y esta herramienta de control especialmente avanzada puede ser el siguiente ejemplo. Los Mesta Fusion, comercializados por la empresa Morpho (con sede en Nanterre, Francia), captan casi todo lo que ocurre a una distancia de hasta de 200 metros. Sus ojos electrónicos son capaces de vigilan a la vez hasta 32 coches que circulen por ocho carriles diferentes.
No son discretos, pero sí especialmente eficientes. Dentro de unas torres de unos cuatro metros de altura, varias cámaras y radares toman imágenes en alta definición y envían datos en tiempo real para controlar bastantes aspectos más que la velocidad de los vehículos.
Estos nuevos radares detectan infracciones de todo tipo: distancia de seguridad, velocidad máxima según el tipo de vehículo, uso del cinturón de seguridad, uso del móvil, respeto de semáforos… Los Mesta Fusion incluso están preparados para comprobar si el conductor utiliza el intermitente al cambiar de carril, y también leen las matrículas para determinar (en días de restricciones al tráfico) si el vehículo en cuestión puede circular.
Control del ruido
La vigilancia de las carreteras avanza también en otras direcciones. Además de la velocidad y la emisión de gases a la atmósfera, las autoridades sopesan controlar también la contaminación acústica. Así ha empezado a ocurrir en Suiza, concretamente en el cantón de Ginebra, donde han empezado a medir el ruido producido por los coches al circular. Las pruebas durarán hasta junio.
«La contaminación acústica es un problema, pero no vemos sus implicaciones directas en la salud», a pesar de que afecta a gran parte de la población e incluso a los ecosistemas naturales. Así lo advirtió a Efe el científico César Asensio durante la celebración, el pasado 24 de abril, del día internacional de concienciación sobre el ruido.
Este investigador, que pertenece al Grupo de instrumentación y acústica aplicada de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), asegura que la sociedad “no es consciente de la contaminación acústica y el ruido del tráfico” que soporta a diario y que termina traduciéndose en enfermedades físicas y psicológicas, alteraciones del sueño y una constante tensión del cuerpo y la mente.
El objetivo de las pruebas iniciadas en Ginebra es que los aparatos midan el volumen de los vehículos y, en consecuencia, tomen imágenes de aquellos que excedan el límite establecido. El principal problema técnico es determinar con exactitud a qué automóvil corresponde el nivel de ruido detectado.
Los radares en cascada
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