A primera vista parece fácil, es solo cuestión de elegir. El dilema no suena complicado y se repite de forma recurrente en el automóvil: ¿Es mejor seguir haciendo coches parecidos a los de los demás para partirse la cara en un mercado cada vez más saturado, o conviene proponer algo diferente para intentar descubrir nuevos filones y disfrutarlos en solitario?
Triunfadores
La innovación tiene premio, aunque no siempre. Hay muchos modelos rompedores que han triunfado, y la mayoría compartían cierto equilibrio estético. Es el caso del pequeño Smart, que inauguró un nuevo tipo de coche urbano para aparcar en cualquier hueco. También lograron el éxito el Renault Espace, el primer monovolumen europeo, y el Audi TT, que reinventó el diseño de los deportivos con sus formas abombadas.
La primera opción apenas plantea riesgos y la eligen casi todas las marcas. La otra resulta mucho más delicada y solo la afrontan quienes tienen recursos sobrados o buscan salidas a situaciones de apuro.
La historia del automóvil está llena de nuevos modelos y conceptos atrevidos que alcanzaron el éxito. Pero son muchos más los que se arriesgaron y cosecharon sonados fracasos.
Citroën ha optado por el optimismo de los valientes. Es lo que confirma el nuevo C4 Cactus, que se fabricará en Villaverde (Madrid) para todo el mundo y saldrá en junio. Este coche supone una revolución en la marca francesa, que quiere expandir sus modelos en dos colecciones: una básica, o C, para los más económicos y populares, y la actual DS, para los diseños más sofisticados y exclusivos. El Cactus es la reinvención de la gama C, una primera entrega que si triunfa tendrá continuidad con hermanitos de todos los tamaños.
Perdedores
Hay muchos modelos arriesgados y fracasados. Y la mayoría de ellos fueron la crónica de una muerte anunciada: se veía venir desde el estreno. Renault tiene el récord reciente: desde la indefinible berlina Vel Satis hasta el Avantime, una especie de Espace cupé. Seat también metió la pata con el anterior Toledo y, Nissan, cuando trajo a Europa el Cube japonés, una caja con ruedas. Y Peugeot, con el pequeño 1007 y sus puertas correderas.
De momento, Citroën define a su bebé como el familiar poscrisis, porque prescinde de todo lo superfluo para centrarse solo en lo imprescindible y reducir los precios. Y esa filosofía se refleja en todo. Así, por fuera adopta una línea de trazos rectos y sencillos, sin apenas adornos. Por dentro simplifica todo al máximo para primar la funcionalidad y el sentido práctico que buscan las familias jóvenes, amplitud, materiales lavables, conectividad, etcétera. Y prescinde hasta de las ventanillas traseras, que solo se abren en compás. Además, apenas se ofrecen dos motores modestos, pero más que suficientes para mover el peso con garbo sin grandes aspiraciones velocísticas.
El resultado de tanto ahorro es un familiar del tamaño del Golf que no llega a 1.000 kilos de peso -300 menos que el VW- y anuncia consumos récord, desde solo 3,2 litros, y precios populares: a partir de 14.750 euros. Un cóctel atrevido, con buenos ingredientes, para superar con éxito el reto.
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