La simetría es un ideal al que el ser humano no puede siquiera aspirar: todos los elementos equidistantes respecto a un punto central, en perfecta armonía, es algo que rara vez se encuentra en estado natural. Sin embargo, obrado por la mano del hombre se convierte en la definición perfecta de equilibrio.
Precisamente este ha sido uno de los principales objetivos de Mazda en el desarrollo del interior del Mazda3: que quien se coloque al volante actúe como punto de fuga de todos los elementos que forman el puesto de conducción, que todo lo que necesite mientras conduce se encuentre a su alcance y que pueda acceder a cada componente de manera orgánica e intuitiva. En definitiva, que la conexión entre hombre y máquina –idea que Mazda denomina con el concepto japonés Jinba Ittai– sea una realidad.
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Sentir el coche como una extensión del conductor es un desafío más complejo de lo que pudiera parecer, un proceso de integración en el que intervienen infinidad de factores, que en el caso del compacto japonés han sido cuidados al detalle.
El conductor se convierte en el centro del espacio, algo de lo que da buena cuenta la disposición de todos los elementos del puesto de conducción, ligeramente orientados hacia él. Tanto el cuadro de instrumentos como el Head-Up Display y la pantalla de la consola central (ahora en una posición más adelantada y con un tamaño de 8,8 pulgadas) muestran ahora la información de una manera más clara.
Para manejar los controles no es necesario desviar la atención de la carretera, cuenta con intuitivo mando giratorio, el HMI Commander, que guía la navegación por los distintos menús de una manera más natural.
Ajustes personalizados
Todo está a la vista, pero también al alcance, sin importar la complexión del conductor. La ergonomía de su asiento se ha trabajado para ofrecerle todas las posibilidades de ajuste hasta que encuentre la posición que le resulte más cómoda. El nuevo Mazda3 permite, de serie, regular la inclinación de la banqueta del asiento, encontrando el ángulo óptimo para las piernas. Además, la columna de dirección se puede ajustar en hasta 70 milímetros, consiguiendo una posición en la que el conductor pueda manejar el coche con precisión y sentirlo como algo casi orgánico. Por su parte, la palanca de cambios se eleva a una posición más alta y adelantada, de modo que el brazo derecho trabaja en un ángulo mucho más relajado a la hora de accionar las marchas.
Visibilidad sin obstáculos
Nada de esto serviría si quien se coloca al volante no pudiera ser plenamente consciente de cuanto lo rodea, motivo por el que Mazda ha puesto un énfasis especial en conseguir que la visibilidad del conductor sea la máxima posible en el nuevo Mazda3.
El primer factor en el que han trabajado sus diseñadores ha sido en los pilares A (los delanteros y más próximos al conductor), que suelen crear ángulos muertos que en ocasiones impiden ver a los peatones. Se ha ajustado su forma y anchura y, teniendo en cuenta los grados de movimiento del cuello y los ojos, se han ubicado en el punto en el que más ángulo de visión ofrecen, como si el parabrisas fuera una extensión de los propios ojos del conductor.
Cuando menos es más
La filosofía KODO –alma del movimiento– también se ha adoptado en el interior, haciendo del menos es más una de sus principales señas de identidad, en línea con la tradición estética japonesa. No hay nada que no sea absolutamente necesario. El habitáculo se muestra despejado y cede el protagonismo a los nuevos materiales, que ofrecen una mayor variedad de texturas, de tacto blando y agradable al contacto con la piel de los pasajeros, lo que le sitúa en términos de calidad en una de las referencias del segmento C.
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