Mazda ha definido sus últimos lanzamientos por materializar el diseño KODO, ‘el alma del movimiento’ que adoptó la marca japonesa en 2010. Sin embargo, el Mazda3 supone un nuevo paso adelante en esta dirección, profundizando en las raíces de este lenguaje estético y transformándolo en una visión incluso más elegante y esencial. Un trabajo que mucho tiene que ver con la excelencia de los artesanos tradicionales japoneses, capaces de mostrar en su obra la mayor sofisticación siempre con una sencillez armoniosa.
Ya en 2015, con el RX-Vision, y después en 2017, con el Vision Coupe, Mazda adelantó las líneas generales que seguirían sus próximos modelos. Y, como es habitual en sus creaciones, no ha defraudado, trasladando de manera fiel el lenguaje de diseño de los prototipos a los coches de producción que los conductores pueden disfrutar.
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La idea central parte de la tradición estética nipona que consiste en combinar un aspecto sofisticado con la sensación de naturalidad, algo que se busca conseguir eliminando todo lo innecesario y superfluo, descartando las recargadas líneas de tensión para decantarse por las superficies limpias y suaves. Se trata de curvaturas orgánicas que acaban dando la impresión de estar ante un vehículo realizado en una sola pieza.
Es la gran parrilla delantera con diseño tridimensional la que ejerce como punto de fuga, proyectando las líneas que unen capó y techo. Son precisamente estas las que dan forma al paragolpes y los propios grupos ópticos, afilados pero redondeados en sus extremos, y reducidos a la mínima expresión, dejando solo la fuente luminosa, la lente y la base para exhibir la esencia del faro.
La vista lateral revela como el alargado capó da paso a una línea de techo de caída muy suave para crear a una zaga alta, que garantiza el espacio y la capacidad de carga en el interior mientras le otorga una presencia notable. El portón integra un pequeño alerón, así como unos llamativos grupos ópticos en los que destaca la esfera exterior, que rompe la línea curva que les da forma y personalidad.
Reflejo de su entorno
Otro aspecto realmente importante es la manera en que estas superficies limpias permiten que el coche interactúe en cierto modo con todo lo que le rodea. Eliminados los nervios de la carrocería, ésta refleja el entorno en el que se mueve, siempre cambiante como también varían las formas que se aprecian en el compacto, así como las diversas tonalidades de su color, en función de la luz que incide según las horas del día.
Es algo que queda claro en las declaraciones de Yasutake Tsuchida, Jefe de Diseño de Mazda: “El perfil exterior es sencillo, pero los reflejos son complejos y misteriosos. Cuando se mira el coche por la mañana tiene una expresión y, por la tarde, otra totalmente diferente”.
Doble personalidad
El Mazda3 mantiene esta fascinante personalidad en las dos carrocerías que conforman la gama. La de cinco puertas busca representar la deportividad y el espíritu libre afín a las propias convicciones pese a los límites establecidos; mientras, el sedán de tres volúmenes recalca la elegancia, el carácter y la fuerza de quien es atrevido y sofisticado.
Ambas comparten los principios básicos de esta evolución del diseño KODO, siendo idénticas hasta la parte central. A partir de esa zona de las plazas traseras, el sedán luce un techo cuya caída es mayor, integrando la tapa del maletero. Las diferencias no acaban ahí, y es que esta carrocería cuenta también con unos grupos ópticos específicos más alargados, un paragolpes más definido, la parrilla delantera acabada en cromo y un difusor menos voluminoso.
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