Con el barril de petróleo Brent por encima de 80 dólares, marcando una subida superior al 90% en los últimos 12 meses y del 66% desde enero, los precios de los carburantes se han disparado en España hasta rozar, a falta de algún céntimo, los máximos históricos del 3 de septiembre de 2012.
En realidad, las claves del alza están en el aumento de la demanda mundial provocada por la recuperación económica que ha seguido a la pandemia. Pero luego se ha sumado también la reducción de la oferta por parte de la OPEP y Rusia, que han logrado eliminar de los mercados el stock sobrante reajustando las tarifas a su favor.
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El resultado de estas maniobras lo están pagando los consumidores, que han visto cómo se encarecía el llenado de sus depósitos tras alcanzar precios inéditos de 1,40 euros el litro de gasóleo y por encima de 1,50 el de gasolina de 95, e incluso superando los 1,60 euros en la de 98. Y es una mala noticia para el sector del automóvil, que se suma a todas las plagas anteriores, porque desincentiva la compra y el uso de los vehículos.
El alza penaliza de forma más acusada a los modelos que más consumen, en particular a los nuevos SUV de gasolina que han conquistado el mercado en los últimos años. Y vuelve a confirmar una vez más la mayor eficiencia de los diésel modernos, mucho más apropiados y austeros para este tipo de vehículos de mayor peso y volumen y con peor aerodinámica, porque en la práctica pueden consumir entre un 30% y un 40% menos cuando se viaja a plena carga.
El problema ahora es que muchos fabricantes han abandonado la tecnología del gasóleo tras su demonización pública y, aparte de reducir la oferta, los modelos disponibles tienen precios superiores tras adoptar las nuevas soluciones de descontaminación.
Más recaudación
La subida de los carburantes, en cambio, es un buena noticia para el Gobierno, porque eleva la recaudación de forma proporcional. Así, según datos de AOP, la asociación de operadores del petróleo, sobre un precio de 1,47 euros el litro de gasolina, el 35% (0,52 euros), corresponde al coste de la materia prima al por mayor; el 15% (otros 0,23 euros), a gastos de distribución y el margen de las estaciones de servicio, y el 50% restante son impuestos, con nada menos que 0,47 euros del de hidrocarburos y 0,25 de IVA.
En el caso del diésel y partiendo de un precio de 1,34 euros, el 39% (unos 0,52 céntimos), sería del coste del gasóleo; mantendría el 15% (0,2 euros) por distribución y márgenes, y sumaría un 46% de impuestos: 0,40 céntimos del de hidrocarburos y 0,24 de IVA.
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