No es muy normal que el habitáculo de un vehículo huela mal. De hecho, el olor de un coche nuevo se crea para que su fragancia resulte agradable al pasaje, en dependencia del tipo de vehículo o de la marca que haya construido el coche.
Y es que son docenas de personas, expertas en química, olores y fragancias, las que trabajan conjuntamente para conseguir un habitáculo lo más agradable posible a nivel olfativo.
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Pero con el uso, el coche puede comenzar a desprender olores… y no precisamente agradables. Y no ya los típicos de tabaco, animales, restos de basura u otros inherentes a su uso habitual. También pueden aparecer otros diferentes, más químicos y menos naturales, que además resulten sintomáticos de posibles averías.
Saber detectar a tiempo e identificar a qué avería puede corresponder determinado olor, resulta crucial para que el fallo no vaya a más y atajarlo a tiempo y con el menor coste posible. Estos son los tipos de olores más habituales que deben alertar de un problema.
Olor a goma quemada
Hay tantas piezas de goma en el motor y en los conductos, que este olor puede provenir de diferentes sitios. El más común sería debajo del capó.
Y es que puede ser la señal de que una pieza de este material se está deteriorando por encontrarse a alta temperatura. Quizá sea un manguito suelto y que esté tocando con alguna pieza metálica a muchos grados y derrita. Es lo más habitual.
Olor a fritura
También se puede confundir con un bocata de calamares, eso sí, un poco pasados. Y es característico de los ferodos cuando se queman.
Puede proceder de los frenos, que rozan con los discos y generan este olor, por abusar de ellos (al bajar un puerto, por ejemplo) o porque sufran una avería y no liberen bien los discos.
También puede venir del embrague, cuando el ferodo que lo une al volante motor patina a gran velocidad, aumenta su temperatura y provoca este característico olor. Esto suele pasar en coches con cambio manual en los que se hace un gran esfuerzo de embrague, como al subir una rampa pronunciada, sobre todo marcha atrás.
Olor a aceite quemado
No es el olor anterior. Es un olor a aceite puro y duro, pero quemado. Suele proceder de que se está quemando lubricante en la cámara de combustión y junto al combustible.
También puede indicar un problema con la caja de cambios y que haya surgido un problema con su aceite, de mayor viscosidad y que casi nunca se tiene en cuenta hasta que hay alguna avería.
Olor a huevos podridos
Es el más molesto. Suele proceder del convertidor catalítico del tubo de escape. Y es que con los años ya no alcanza la temperatura requerida para realizar su cometido de oxidación y reducir los gases de escape.
Si no lo hace, esta reacción química se queda a medias y se genera este desagradable aroma a azufre.
Olor a humedad
Este olor a moho suele aparecer por la acumulación de hojas y microorganismos que colapsa el evaporador del aire acondicionado o climatizador. El agua no se expulsa y comienzan a aparecer bacterias y hongos que provocan el mal olor.
También puede surgir porque se pierda el recubrimiento hidrófilo de este evaporador, que evita que se formen estos microorganismos en su interior.
Olor a combustible
No es lo mismo que huela a combustible al repostar a que ese olor se mantenga en el tiempo. Si es así, la fuga está asegurada, con el peligro que esta avería conlleva.
Puede proceder del propio depósito de gasolina (o diésel), de las conducciones hasta el motor o de los propios inyectores, que están enriqueciendo en demasía la mezcla.
Olor a caramelo
Hasta este, todos eran olores desagradables. Pero este precisamente, aunque es bueno, también es indicativo de un problema.
Lo más probable es que proceda de una fuga del líquido refrigerante. Y es que la base de este líquido es el etilenglicol, un aditivo de gusto dulce. Por eso, si el refrigerante se derrama y cae en alguna pieza caliente, el olor será similar al del caramelo.
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