Los organizadores del Salón Internacional de Ginebra, uno de los más prestigiosos a nivel mundial entre los de su estilo, han anunciado esta semana la cancelación de la edición prevista para los días 19 al 27 de febrero de 2022. Será la tercera ocasión consecutiva en la que el certamen se aplace, las dos primeras en plena pandemia de la Covid-19 y la próxima por las crisis generaliza del sector a causa de la escasez de los semiconductores.
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El director general de la muestra suiza, Sandro Mesquita, lo ha explicado en un comunicado: “Muchas empresas han indicado que las incertidumbres por la pandemia les impiden hacer una apuesta segura por el salón en 2022. A ello se suma el impacto negativo de los semiconductores, que probablemente se prolongará hasta bien entrado el año próximo. Considerando todos estos factores, es evidente que la mejor opción es posponer la feria”.
Sus organizadores prometen regresar en 2023 “con más fuerza que nunca” y “un espectáculo más impactante”, desde la confianza de que la coyuntura para entonces resulte más propicia para la celebración de una nueva edición del Salón de Ginebra. Sin embargo, más allá de la significativa trascendencia de esta cancelación, lo que se muestra en entredicho es la viabilidad e interés de este tipo de certámenes.
Primeros intentos
En lo que va de ejercicio, y tras la vuelta a una relativa normalidad y una mayor movilidad, se han celebrado dos salones de importancia, el de Múnich (Alemania) y el de Barcelona que se clausura este domingo. En ambos casos, el sector ha tomado como positiva la vuelta a la actividad, aunque lo cierto es que las ausencias de algunos fabricantes han sido destacadas.
Era una amenaza que también se cernía sobre el Salón de Ginebra, como sus propios organizadores han apuntado, y que se atisba en el trasfondo de la cancelación teniendo en cuenta que la situación sanitaria en Suiza no resulta especialmente preocupante, al menos en estos momentos. La realidad es las marcas cada año se muestran más reacias a realizar inversiones millonarias para su participación en salones con una rentabilidad muy discutible.
Enfoque comercial
En el Salón de Barcelona, un portavoz de una empresa automovilística con una importante penetración en el mercado español, lo argumenta con claridad: “Los salones solo tienen sentido con un enfoque comercial, si podemos vender coches a nuestros clientes. Hoy no es posible realizar grandes inversiones para simplemente exponer los coches y nadie quiere realizar la presentación de una gran novedad en este tipo de entorno, en el que debe compartir protagonismo con el resto de los competidores”.
La tendencia, por tanto, parece apuntar a certámenes más localizados, sin tanto despliegue de medios y con un enfoque más comercial que de imagen. Los visitantes ya saben que las marcas realizan ofertas y promociones en estas ocasiones, por lo que acuden a buscar su coche en unas condiciones ventajosas.
El escaparate de novedades también resulta atractivo, sin duda, pero la supervivencia de los salones, según los propios implicados, apunta más hacia la rentabilidad que hacia el gasto. Quizá sea la gran revolución que plantea Ginebra para su continuidad… aunque ya en 2023.
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Una vida sobre ruedas. De piloto (malo) de motocross a periodista deportivo en Diario AS, incluyendo una década en los grandes premios de MotoGP. Apasionado de los coches y las motos, en más de 30 años ha tenido el privilegio de probar unos cuantos cientos de unos y de otras. Ahora, subdirector en Prisa Motor.