En una industria tan globalizada como la del automóvil, cada vez resulta más complejo definir la procedencia de las marcas del sector. Su origen es uno, pero a continuación la fabricación se traslada a otro país, incluso con modelos mixtos de producción y ensamblajes diferentes.
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Muchos se cuestionan al respecto, especialmente sobre los nuevos sellos que llegan a España desde China. Es el caso de Ebro, la emblemática marca de vehículos industriales y agrícolas de origen español, fundada en 1954 y después desaparecida, pero que ahora ha renacido en colaboración con el Grupo Chery. Así que la pregunta que surge es si realmente se la puede considerar una marca española.
La respuesta admite interpretaciones y se basa en matices, aunque sí se debería considerar como tal. El accionariado de Ebro es principalmente español, con una participación de Chery, así como la dirección, y gestión del proyecto. Además, sus modelos (S400, S700 y S800) salen de la antigua planta de Nissan en Barcelona.
Es allí donde se ensamblan las unidades mediante el sistema conocido como DKD (por las siglas en inglés de Disassembled Knocked Down), que consiste en el envío desde China de unidades parcialmente desmontadas para que sean terminadas en el país de destino. Por tanto, no se trata de una producción completa del vehículo, pero tampoco de una importación al uso, por lo que el origen de los Ebro sí puede considerarse español en este sentido.
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