Conseguir coches más limpios es algo que la industria del motor lleva buscando mucho tiempo. En los últimos años el enfoque para conseguirlo ha pasado por incorporar mecánicas electrificadas o directamente sistemas de propulsión eléctricos, pero, aunque estos reduzcan o eliminen las emisiones de la combustión, todos los coches generan más contaminación por otro elemento: los frenos.
Así lo pone de manifiesto un estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de Southhampton, que señala que las partículas que producen los frenos al usarse y desgastarse son tan tóxicas para los pulmones como el humo que genera el carbón al quemarse.
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Los frenos, en la mita
En sus pruebas han analizado pastillas de freno con diferentes tipos de composición. Una tenía baja composición metálica, otra era cerámica semimetálica, otra orgánica sin asbesto y la última era híbrida.
Los resultaron son sorprendentes porque son las pastillas orgánicas sin asbesto las que producían mayor inflamación, hasta el punto de que son a efectos prácticos más tóxicas que las emisiones de un coche diésel.
Esto resulta preocupante porque hay mercados como el estadounidense en el que son el tipo más utilizado, ya que presentan una buena tasa de desgaste, son silenciosas y baratas, lo que hace que se monten en muchos vehículos.

Ni los coches eléctricos se libran
El problema radica en que todos los coches desgastan sus frenos y, en consecuencia, es una fuente de contaminación que parece difícil de eliminar.
Así, incluso en los coches eléctricos, que no emiten gases contaminantes por el escape, las partículas de los frenos son cuantiosas. Y es que, aunque cuentan con sistemas de frenada regenerativa muy avanzados, el hecho de que sean vehículos más pesados que los modelos de combustión resulta en que el desgaste de sus frenos es más rápido, como ocurre también con sus neumáticos.

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