Un planteamiento inteligente en la mayoría de los aspectos

No se trata de un todocamino puro pero en sus versiones con tracción integral puede superar con éxito ciertos desafíos fuera del asfalto.

Tengo que reconocer que me costó digerir el planteamiento del Yeti cuando Skoda lo lanzó al mercado en 2009. Me parecía un mestizaje un tanto particular, combinando conceptos de un turismo con los de un todocamino, un monovolumen e incluso el estilo de un comercial. Podría ser práctico, sin duda, pero no sabía si iba a tener el calado esperado entre los automovilistas españoles, que suelen priorizar otros muchos aspectos antes que la utilidad.

Sin embargo, la evolución del modelo me ha llevado a una sintonía mucho mayor con su filosofía. En su segunda generación, que se vende desde este año, lo encuentro un vehículo muy inteligente y funcional. Aunque se mantiene la tendencia estética del primer modelo, los matices en ciertas piezas (como los paragolpes, la parrilla delantera, los grupos ópticos, los perfiles de las puertas…) de su carrocería de 4,22 metros de longitud lo convierten, a mi entender, en un coche bastante más agradable desde el primer golpe de vista.

Especialmente es así en las versiones Outdoor, denominación dedicada a las más camperas de la gama actual, que disfrutan de un aspecto algo más próximo al de un todocamino que al de un turismo y de una personalidad más remarcada, lejana ya sí de cualquier inspiración en un comercial.

La configuración de esta caja del Yeti se traduce en varias ventajas significativas. La que se aprecia nada más acceder a su interior es la de la habitabilidad. Sentarse en los asientos es más sencillo que en otros coches por su mayor altura, mientras que la sensación de espacio en todas sus plazas en satisfactoria, tanto en la altura libre al techo como en el disponible para las piernas. No es un monovolumen, pero ofrece una amplitud suficiente incluyendo el maletero, por lo que se antoja como una alternativa a tener muy en cuenta para un uso familiar.

El habitáculo está en la línea ya conocida de las últimas realizaciones de Skoda. Se huye de alardes gratuitos o de florituras innecesarias, pero la calidad es la que propia del Grupo Volkswagen y en el equipamiento no se echa en falta nada realmente imprescindible, al menos en la versión Elegance de nuestra prueba. Se trata de la variante superior de la oferta del Yeti, con un precio sin promociones de 34.500 euros. Es decir, una cantidad elevada pero que la marca justifica con un buen nivel de materiales utilizados, de montaje de piezas y guarnecidos y de elementos de confort y seguridad disponibles para sus ocupantes.

También en el tope de la gama se coloca la propuesta mecánica de la unidad de pruebas. Un turbo diésel de dos litros, con un rendimiento de 170 CV, un sensacional cambio automático DGS de doble embrague y seis relaciones, acoplado a un sistema de tracción total. Los TDI de la marca no necesitan presentación y se mantienen en la vanguardia del segmento en cuanto a rendimiento, fiabilidad y economía; con la potencia de esta variante el Yeti se mueve con agilidad más que suficiente en todo tipo de trazado, mientras que los consumos no alcanzan nunca valores excesivos e incluso pueden considerarse bajos si somos cuidadosos con el pedal del acelerador, con promedios por debajo de siete litros de gasóleo por cada cien kilómetros recorridos.

Muy convincente también es el comportamiento dinámico, más próximo al de un turismo que al de un todocamino convencional. Es estable y también rápido de reacciones, no balancea en exceso teniendo en cuenta su altura e incluso a velocidad elevada mantiene la compostura. Como complemento encontramos la tracción total, que puede ser de ayuda en firmes de baja adherencia y, por supuesto, si en algún momento decidimos abandonar el asfalto. En ese caso, conviene tener en cuenta que no se trata de un todoterreno puro y sufre las limitaciones propias de su concepto, pero con su altura libre al suelo y el sistema de tracción a las cuatro ruedas sí que permite avanzar por caminos y pistas en buen estado con tranquilidad.

En definitiva, el Skoda Yeti se revela como un coche polivalente y equilibrado, capaz de convencer a clientes variados y ofrecer muchas satisfacciones en su utilización. Eso sí, hay que considerar que en las versiones superiores, como la que nos ocupa, el precio se encuentra por encima de algunos competidores del mercado. Y es que el sello de Volkswagen se termina pagando también en sus marcas filiales.

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