La imparable tendencia SUV ha aumentado significativamente el tamaño medio de la última generación de modelos. Carrocerías más elevadas, interiores más espaciosos y equipamientos varios cada vez más extensos añaden más peso a los vehículos de todos los segmentos.
Y la progresiva electrificación no ha hecho más que agravar el problema, añadiendo al conjunto unas baterías que en ocasiones pueden alcanzar por si solas hasta el 25% del peso del coche. Ocurre por ejemplo en el Tesla Model S, que, en la mayor de sus versiones, supera los 2.000 kilos de peso, incluidos los 600 de la batería.
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Sin llegar a casos tan extremos, los coches 100% eléctricos de menor rango de acción (alrededor de 300 kilómetros) llevan baterías que pesan entre 250 y 300 kilos. Pero es un lastre permanente que, a diferencia de lo que sucede con los depósitos de combustible, no se reduce a medida que se agota la energía almacenada.
Los híbridos tampoco se libran del problema, ya que duplican sus mecánicas, añadiendo baterías y motores eléctricos a los componentes habituales de los motores tradicionales. Además, los del tipo enchufable, que llevan baterías más grandes, pertenecen en su mayoría a segmentos del tamaño superior de berlinas y SUV, y presentan un peso medio por encima de los 1.900 kilos.
Más peligro en caso de colisión
Según datos publicados por la agencia Bloomberg, los vehículos nuevos vendidos en la Unión Europea desde 2001 han incrementado su peso una media de 15 % en comparación con los anteriores.
La introducción de las mecánicas electrificadas en el conjunto habría añadido alrededor de 200 kilos suplementarios por cada vehículo de esta categoría, superando en peso en un 16% al resto de los vendidos durante ese periodo, según datos del Consejo Internacional para el Transporte Limpio (ICCT).
Otro dato revelado por las estadísticas de ventas es que el problema del peso de los coches eléctricos en el mercado europeo también se habría visto agravado por una cuestión puramente comercial. Los fabricantes han optado por desarrollar más modelos grandes con carrocería SUV y potentes deportivos, que resultan más rentables y que ya representan el 41% de las matriculaciones de coches eléctricos.
Las propias marcas son conscientes del problema y es uno de sus principales retos en los próximos años. La relación peso/potencia en los coches eléctricos cobra una especial importancia. La exigencia de buenas respuestas y autonomía suficiente requiere baterías más grandes y más pesadas, lo que obliga a los ingenieros a aligerar el resto del vehículo.
Las desventajas de no conseguir que los vehículos pierdan peso terminan por volverse en su contra. En el plano industrial, los modelos con un peso más elevado requieren para su fabricación una mayor cantidad de materias primas y de más recursos.
Además, un sobrepeso del vehículo es contraproducente para conseguir un buen aprovechamiento de la energía y también influye directamente en la dinámica del coche, en su seguridad y también en la de terceros en el caso de sufrir una colisión.
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