En un movimiento que ya generó debate en su momento, Austria implementó una peculiar regulación en sus autopistas. La Immissionsgesetz-Luft (IG-L), o Ley de Emisiones del Aire, es una legislación federal diseñada para proteger la salud humana y el medioambiente de la contaminación del aire, que fija límites para las emisiones y las medidas para reducir la contaminación del aire.
Entre sus instrumentos, estableció límites de velocidad diferenciados para los vehículos, dependiendo de si eran eléctricos o de combustión. Gracias a este mecanismo, se otorgaba una ventaja a los vehículos eléctricos e híbridos enchufables. Mientras los coches de combustión interna deben circular a un máximo de 100 km/h en ciertos tramos, los vehículos eléctricos pueden alcanzar los 130 km/h.
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Emisiones contaminantes
Esta medida, en vigor desde 2019, buscaba mejorar la calidad del aire al reducir las emisiones contaminantes. Sin embargo, siempre suscitó críticas, ya que nunca llueve a gusto de todos. Por ejemplo, algunos usuarios de vehículos eléctricos han señalado en foros que circular a 130 km/h reduce significativamente la autonomía de sus baterías, por lo que rara vez conducen a esa velocidad mantenida.
En el otro extremo, se argumenta que la medida no aborda el problema de las partículas contaminantes emitidas por los neumáticos y frenos, que afectan a todos los vehículos por igual. Cabe recordar que varios estudios ya han señalado que las partículas que producen los frenos y neumáticos al circular son tan tóxicas para los pulmones como el humo que genera el carbón al quemarse.

El futuro de la IG-L en Austria
La región de Estiria se ha convertido en el primer estado federado en abolir la IG-L, permitiendo que todos los vehículos circulen a 130 km/h en sus autopistas. Esta decisión se basa en la mejora de la calidad del aire registrada desde 2020, gracias a la proliferación de coches eléctricos en su territorio. Sin embargo, otros estados del país aún mantienen la diferenciación de velocidad, lo que genera incertidumbre sobre el futuro de esta regulación a nivel nacional.
Lo cierto, es que la IG-L austriaca ha puesto de manifiesto la complejidad de equilibrar la protección del medioambiente con la movilidad y la igualdad de condiciones para todos los conductores. El debate sobre su eficacia y conveniencia sigue abierto, y su evolución, en caso de que más países se sumen a esta diferenciación de velocidades máximas en las autopistas, podría marcar un precedente en la movilidad eléctrica en Europa.
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