Calentar el motor en frío: ¿realmente ayuda o es pura leyenda?

Cuando el frío aprieta, conviene extremar precauciones al arrancar el coche para evitar daños y garantizar un funcionamiento seguro.

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En los meses más fríos, hay que extremar la precaución al volante. | Getty

Al arrancar un coche durante los meses más fríos del año es más que aconsejable obrar con precaución: sobre todo si se pone en marcha a primera hora del día. El objetivo es evitar daños que acorten su vida útil, pero ¿sirve de algo calentar el motor?

Cuando se apaga un vehículo, el aceite del motor se deposita en el cárter. Al encenderlo, este fluido necesita unos segundos para circular y lubricar todas las piezas. En invierno, este proceso se ralentiza debido a las bajas temperaturas, lo que aumenta el riesgo de desgaste si no se actúa correctamente.

Los aceites actuales están formulados para conservar su viscosidad tanto en frío como en caliente. Gracias a ello, los coches modernos pueden funcionar desde el arranque sin problemas graves. Nada que ver con los modelos antiguos, donde era obligatorio mantener el motor varios minutos al ralentí antes de iniciar la marcha para evitar daños internos.

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Aun así, alcanzar la temperatura óptima sigue siendo esencial para prevenir averías. Por eso, tras arrancar, conviene dejar el coche unos segundos al ralentí: nunca más de 30. Este gesto marca la diferencia y evita que el motor trabaje en seco.

Ese breve intervalo permite que el aceite comience a moverse por el circuito de lubricación y llegue a todos los componentes. No es necesario esperar a que alcance 90 grados y prolongar este tiempo solo aumentará el consumo de combustible sin aportar beneficios reales.

Conduciendo coche eléctrico invierno

Circular con suavidad

Ese medio minuto inicial es clave para que el motor empiece a trabajar en condiciones adecuadas. Para completar el calentamiento, lo mejor es comenzar la marcha con suavidad, evitando aceleraciones bruscas: no conviene pisar a fondo con revoluciones bajas ni usar marchas demasiado largas, ya que esto genera esfuerzos innecesarios.

Durante este proceso, la conducción debe ser lo más suave posible. Es fundamental no revolucionar el motor en exceso. Aunque no existe una cifra universal, sí hay referencias útiles para orientarse y evitar errores comunes.

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En motores de gasolina, lo recomendable es mantenerse cerca de las 2.500 revoluciones por minuto; en los diésel, alrededor de las 2.000. Una vez que todas las temperaturas se estabilicen, se podrá aumentar el régimen y aplicar más intensidad a la conducción sin riesgos.

¿Durante cuánto tiempo? Bastará con unos 10 minutos. El objetivo es evitar cambios bruscos de temperatura. Así, tanto el líquido refrigerante como el aceite alcanzarán progresivamente su nivel óptimo. Solo entonces el motor estará completamente preparado para rendir al máximo.

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