De entre los 35 millones de vehículos registrados en España, el Rolls-Royce en el que los reyes viajan en ocasiones muy especiales, como el desfile del 12 de octubre, es una rareza del parque automovilístico español –entre otras razones– por su matrícula.
Igual que el Audi A8 que ha usado la Casa Real en otros actos públicos, la placa granate del Rolls solo lleva impresa una corona en el centro. Un símbolo solo, al margen de las cifras y las anotaciones oficiales.
Del resto de turismos de a pie –o autobuses, o motos, o camiones, o remolques– cuelga una matrícula con letras y números. Una identificación única e irrepetible: el vehículo la conserva hasta el final de su vida y va con ella al desguace, y nunca más se asigna a otro.
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La mayoría de los que pisan ahora el asfalto la llevan con fondo blanco, cuatro números y tres letras, pero por las carreteras y caminos españoles también se ven matrículas azules, rojas, verdes y amarillas, y de más combinaciones de colores, y además de formas y tamaños dispares.
Matrículas en España
La matriculación de vehículos nació en España el 17 de septiembre de 1900, cuando el primer reglamento de circulación obligó a registrar los automóviles. El primero –recuerda la revista Tráfico y Seguridad Vial– fue un Clement de 2 CV y 130 kilos de peso, anotado en Baleares el 31 de octubre de 1900.
Ese coche ya no existe, pero de la primera década del siglo XX todavía se conservan 32 turismos matriculados, según los registros de la Dirección General de Tráfico (DGT), con datos actualizados en 2021. Todos con una placa formada por una o varias letras (para identificar la provincia) y un código numérico.
Las matrículas actuales
El sistema de matriculación actual se estrenó en 2000 y lo utiliza la mayor parte del parque: un 82% de los coches y un 77% de las motos, aproximadamente. Una placa de fondo blanco con dos bloques de números (0000) y letras (XXX) en negro. A la izquierda, una banda azul con el logo de la Unión Europea y la E de España.
No se usan las vocales (para evitar composiciones incómodas, como PIS, ETA o ANO) ni la eñe ni la cu, que los radares o los agentes de tráfico podrían confundir (en mayúsculas, Ñ y Q) con la ene y el cero, respectivamente (N y 0).
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