Las señales de tráfico establecen un lenguaje general para todos los conductores. Según lo que indican la Ley de Seguridad Vial y el Reglamento General de Circulación (RGC), su objetivo es advertir, informar, ordenar y reglamentar el comportamiento de todos los usuarios de la vía.
A pesar de su vital importancia, en algunas partes del mundo hay quien no muestra respeto por las señales de tráfico. Y no por ignorar su significado, sino por vandalizarlas.
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Estados Unidos es un buen ejemplo de ello. Allí, se ha generalizado un fenómeno preocupante: cada vez hay más señales de tráfico llenas de balazos. Son muchos los ciudadanos que, debido a su forma y color llamativo, las emplean como improvisadas dianas.
La realidad del país explica, en parte, este fenómeno. Todos los estados de EEUU permiten el porte oculto de armas, es decir, la posibilidad de llevarla en público sin que sea visible al resto de personas.
En algunos es posible tener una sin ningún tipo de permiso, mientras que otros lo regulan estrictamente. Como consecuencia, existen más armas que habitantes y el 32% de los adultos tiene, como mínimo, una.

Un coste de más de 8.000 euros
En este contexto, las extensas y, a menudo, desiertas carreteras del país se convierten en escenarios perfectos para practicar su puntería con las señales. En muchas de estas vías, además, la presencia policial es limitada.
Esto supone un problema de seguridad vial porque la presencia de estos agujeros puede reducir la visibilidad y la legibilidad de las señales. También causa daños a la propiedad pública: el coste para las comunidades locales es elevado. Sustituirlas supone una inversión de 10.000 dólares anuales (8.473 euros, según el cambio actual) por estado.

El precio de vandalizar una señal en España
En España, deteriorar una señal es una infracción grave y las sanciones varían según el alcance del daño. Puede conllevar multas que van desde los 3.000 euros hasta los 20.000, si se considera un delito de vandalismo o si se instala señalización falsa que cause confusión.
En el caso de los radares fijos, la multa por vandalismo puede ascender hasta los 3.000 euros. Sustituir la cabina puede costar hasta 15.000 euros y hacer lo propio con el dispositivo puede irse hasta los 40.000 euros.
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