Yo soy de cambio manual, los automáticos son para quienes no saben conducir”. “¿Un cambio automático? Ni loco, se rompen todos”. “No me gustan los coches automáticos porque gastan mas”. Argumentos variopintos y en ocasiones peregrinos que plantean muchos automovilistas para rechazar los sistemas de transmisión automáticos. Sin embargo, se trata más de leyendas urbanas y herencia del pasado que de una certeza en la actualidad. Casi todo lo que crees que no te gusta del automatismo se aleja de la realidad y lo vamos a argumentar…
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Si te gusta conducir, olvida un automático
Lo correcto sería decir si te gusta pisar el embrague… Porque por lo demás, los modernos cambios automáticos permiten un control casi absoluto de sus funciones, manejando la palanca de modo secuencial (adelante y atrás) o incluso con levas en el volante. El conductor puede decidir siempre cuando subir o bajar de marcha, sólo se evita la acción de pisar el pedal del embrague. ¿En serio eso tiene mucho encanto?
Una tecnología delicada y poco fiable
Es cierto que tiempo atrás los cambios automáticos daban más problemas de los deseables. Eso hoy es historia. Las modernas transmisiones son tan fiables como cualquier caja manual o incluso más y su mantenimiento tampoco es necesariamente más complejo o costoso. Y no sólo presentan ventajas para el propio sistema, el resto del motor también se beneficia de la eficacia que aporta la gestión electrónica del mismo. Un ordenador suele ser más efectivo que una persona en determinadas tareas…
Su consumo es mayor
Otro sambenito heredado. Las características de antiguas transmisiones automáticas propiciaban que fueran menos eficientes que las manuales, pero a día de hoy no hay diferencias determinantes entre ambos. Es más, si confiamos en la electrónica podremos obtener consumos que difícilmente se consiguen con el manejo manual, sobre todo en aquellos casos en los que se dispone de diferentes modos de gestión incluyendo uno económico.
Yo cambio mejor que un mecanismo
Imposible. Pisar el embrague y mover la palanca es más lento que la operación de cambio que realiza un sofisticado sistema automático, especialmente los de doble embrague capaz tener preparada siempre la siguiente marcha para su inserción, al dividirlas en grupos de impares y pares. Ni el conductor más hábil podría hacer lo mismo en décimas de segundo. La prueba irrefutable es que los coches de competición utilizan transmisiones automáticas desde hace ya tiempo, si fueran más lentos se habrían desechado.
Son menos seguros
El funcionamiento de un buen cambio automático aporta seguridad a la conducción de forma incuestionable. Sistemas básicos o anticuados sí que pueden ser pocos reactivos a las exigencias del conductor, pero la mayoría de los actuales tienen una respuesta rápida y contundente en cualquier momento… y nunca fallan una marcha como le puede ocurrir a cualquier automovilista.
Hay que ser un experto para manejarlo
Muchos consideran los cambios automáticos complicados de manejar para aprovechar todo su potencial. En absoluto. Si preferimos intervenir en su funcionamiento (es decir, no dejar que haga de forma autónoma su trabajo) el manejo es intuitivo y sencillo, sólo nos debemos de olvidar del engorro de pisar el pedal del embrague para cambiar fácilmente de marcha mediante la palanca de cambio o las levas en el volante. Y sin necesidad de prestar atención al proceso de coordinación del accionamiento del embrague con el movimiento de una palanca en H.
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