Es un pensamiento recurrente cada vez que me pongo al volante. ¿Cómo es posible que ese coche esté circulando en tan deplorables condiciones? Me imagino que la mayoría nos hacemos la misma pregunta cuando nos cruzamos con un vehículo humeante, destartalado, sin luces o con el paragolpes colgando… Estamos en la era de eficiencia y la seguridad, nos bombardean con la necesidad de afrontar retos mayúsculos en ambos sentidos y, sin embargo, por las carreteras siguen rodando con total impunidad auténticas chatarras sobre ruedas. Que alguien me lo explique…
El problema es que uno de cada cinco vehículos que circulan en España se salta a la torera el trámite de realizar la obligatoria Inspección Técnica de Vehículos (ITV), con lo que es fácil entender que sigan utilizándose con semejantes carencias. Es más, según los datos de la asociación sectorial AECA-ITV, el porcentaje se eleva al 53% entre los ciclomotores, el 43% entre las motocicletas y el 40% entre las furgonetas. Este último caso, por su cantidad y kilometraje, me parece el más preocupante: casi uno de cada dos vehículos de reparto, esos que vemos cada vez con mayor frecuencia por el auge de las compras electrónicas, directamente decide no pisar la ITV.
Hablando recientemente con Guillermo Magaz, director gerente de AECA-ITV, me explicaba que continúan siendo demasiados los conductores que considerar la inspección como un engorroso trámite burocrático sin sentido, con claro afán recaudatorio y prácticamente carente de trascendencia alguna para su seguridad. Desde su asociación luchan, claro está, por defender los intereses de su sector pero ante todo por garantizar que el parque móvil circulante se encuentre en las condiciones óptimas de seguridad y eficiencia que se exigen en la actualidad.
No puedo estar más de acuerdo con su análisis sobre la necesidad de concienciar a los usuarios de la importancia de la ITV, hablamos de porcentajes elevadísimos de absentismo, en absoluto algo anecdótico. Sin embargo, hasta que se consiga que todos acudamos a la ITV por conciencia propia, mucho me temo que la única y apremiante solución es la mano dura al respecto. Sí, asumo que resulta triste llegar a tales extremos pero también tengo el convencimiento de que la importancia de la cuestión lo exige.
Carece de sentido alguno que nos estén hablando de la reducción de emisiones, de la electrificación del automóvil, del problema de la siniestralidad en la carretera, de la obligatoriedad de nuevos asistentes a la conducción… al mismo tiempo que se tolera la libre circulación de vehículos que, sin lugar a dudas, son un peligro para el tráfico y un problema para el medio ambiente. Me cuesta creer que en la segunda década del siglo XXI no existan sistemas más efectivos e inmediatos para controlar que todos aquéllos que no deberían seguir circulando lo hagan.
Aplaudo las medidas complementarían que se propongan para acabar con esta auténtica lacra, como impedir el acceso a una póliza de seguro si no se dispone de la ITV en vigor, pero creo que la medida apremiante es sacar de las carreteras a todos lo que no deberían estar en ellas. Habrá quien piense que exagero en mi planteamiento, que la cosa no es para tanto, que no todo el mundo puede tener un coche en condiciones… Pues que se queden en casa.
Yo me niego, como ciudadano, a aspirar una bocanada de gases pestilentes y nocivos cuando circulo en moto detrás de una furgoneta cochambrosa, como también a estar en riesgo porque el coche que me sigue en una caravana cambió las pastillas de freno por última vez hace una década. La ilegalidad de esos vehículos y la irresponsabilidad de sus propietarios atenta contra mis derechos básicos y exijo medidas contundentes para acabar con ello.
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