El auge de los ciclomotores de 50cc no es el mismo que en épocas pasadas, habiendo cedido terreno a las motos y, sobre todo, a los escúteres de 125cc, que se presentan como la opción predilecta de quien empieza en el mundo de las dos ruedas. Sin embargo, hubo tiempos en los que fueron una de las opciones de movilidad más importantes y el Peugeot 103 fue un modelo icónico.
Desarrollado en 1971, Peugeot ya tenía bastante experiencia en el mundo de las dos ruedas, pero, tras modelos de distinto éxito, con el 103 la marca francesa tuvo un acierto pleno.
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Basado en su hermano mayor, el 104, tomaba de él gran parte de su apartado mecánico, montando un motor de 50cc y dos tiempos que desarrollaba 1,9 CV de potencia y estaba asistido mediante pedales, una solución común por aquel entonces, pero que ya ha caído en desuso.
Era un modelo sencillo, robusto y fiable, que no costaba mucho mantener y que, además, tenía un precio asequible. Esta combinación de elementos hizo que se convirtiera en un éxito de ventas inmediato: en 1974 ya había comercializado 550.000 unidades; se fabricaban 2.000 ejemplares al día y para cuando terminó su vida comercial alcanzó los tres millones, siendo el ciclomotor más vendido de la historia.
Fue evolucionando con el paso de los años, incorporando un nuevo cárter de aluminio de protección, ópticas para mejorar la visibilidad o un aumento de potencia hasta los 2,9 CV. Además, con la llegada de los años ochenta se desarrollaron versiones sin el apoyo de los pedales.
Una aventura sobre dos ruedas
En 1978, siete años después de su debut, dos directores de documentales, Gilles Mariani y Robert Sroka, se llevaron al Peugeot 103 a su mayor aventura: un viaje de 50.000 kilómetros a través de Estados Unidos y Canadá.
Los franceses llegaron a la costa oeste en junio, donde el importador Peugeot Motorcycles para Nueva Jersey les entregó dos unidades del ciclomotor. Su objetivo era recorrer el continente e ir al encuentro de la gente, algo que acabó transformándose en un viaje de 14 meses que les llevó desde Nueva York hasta Quebec, Montreal o Halifax (en Canadá), Los Ángeles, Salt Lake City, Nueva Orleans o Miami, entre muchos otros lugares. Fue el ejemplo paradigmático de por qué en aquella época al Peugeot 103 se le consideraba indestructible.
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