Debería empezar esta columna glosando, una vez más, el durísimo golpe que la pandemia ha asestado a las sociedades a nivel global, su altísimo coste humanitario y la grave crisis económica a la que ya nos estamos enfrentando. Y cómo la industria de la automoción ha sido y es una de las más afectadas en España, con permiso del turismo y la hostelería, por el cierre total de la cadena de valor durante el estado de alarma (fue la única industria paralizada por completo). Sin embargo, prefiero mirar hacia delante.
La crisis es la realidad actual pero la industria de la automoción también atraviesa, a la vez, una profunda transformación hacia la movilidad del futuro. Pero si se me permite, ésta es una oportunidad única para centrarnos en un objetivo: salir de esta crisis reforzados, con más industria y respondiendo, como siempre pero con más intensidad, a las demandas de la sociedad.
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Queremos, como sociedad, un nuevo tipo de movilidad, sostenible, eficiente, accesible e inteligente cuyos ejes de desarrollo, la descarbonización y la digitalización, se están convirtiendo además en los pilares de la recuperación tal y como la entiende Europa. La industria de la automoción comparte los objetivos y los ejes y los hace suyos, adaptando las líneas de producción a los nuevos modelos e impulsando las tecnologías más eficientes y sostenibles en cada vehículo que sale al mercado.
La nueva movilidad tiene otras exigencias, pero sigue necesitando vehículos y la industria está haciendo sus deberes, tiene ya más de 200 modelos electrificados a la venta, y el número crecerá exponencialmente año a año. La automoción ha de ser, pues, uno de los sectores clave para la recuperación española y europea. Sufrimos un impacto máximo, compartimos el foco y los objetivos y estamos trabajando en la transformación que pide la sociedad, pero además, es un sector que arrastra con su actividad a muchos otros de la economía, cuyas ruedas se mueven más rápido si las del motor corren.
Apoyar a la automoción supone arrastrar al segundo sector industrial de España y con él, empujar a otros, tanto industriales como de servicios, desde la química y el textil hasta los servicios financieros, transporte o aseguradoras. La capacidad que tiene esta industria de recuperar y multiplicar lo que se invierte en ella, y devolver las ayudas que se le prestan, es amplia, fuerte y la confirma la experiencia.
Cada euro invertido en fabricación de vehículos genera 1,85 euros en el conjunto de la economía y ese mismo euro, dedicado a impulsar la demanda de vehículos, genera casi dos en el total. Un empleo en la cadena de valor de la automoción genera cerca de ocho puestos de trabajo en el resto de la economía. Pero la industria, además, devuelve con creces lo que se le da: en los últimos cinco años, se han invertido más de 12.000 millones de euros en las fábricas españolas de automoción, pese a no tener matrices en España.
Cada euro invertido en fabricación de vehículos genera 1,85 euros en el conjunto de la economía
Apostar por la automoción no cae en saco roto. Los planes de ayuda funcionan, el dinero se recupera y la economía gana tracción en toda España. El Gobierno nos ha apoyado con el Plan de Impulso y nosotros tenemos la estrategia AUTOMOCIÓN 2020-40 para llevar a cabo esta transformación. Pero, teniendo el marco de actuación claro, el día a día no puede convertirse en una carrera de obstáculos. Si el objetivo es apoyar al sector, la aplicación de las medidas ha de ser clara, estable, sencilla y eficaz.
Las piedrecitas en el camino complican lo que debería ser una autopista a la recuperación y la transformación. Eliminemos burocracia y duplicidades, agilicemos procesos y gestionemos con eficacia para poder aprovechar esta oportunidad para el país y que salgamos con más automoción, más industria y empleo de futuro, y orientados hacia la nueva movilidad.
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